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El aumento de la población mundial tiene como correlato mayores necesidades de alimentos y la expansión de las tierras cultivadas. Pero el reemplazo de la vegetación nativa por cultivos en regiones semiáridas tiene sus efectos en la humedad y la salinidad del suelo, que –según investigaciones– en Salta y San Luis ya se hacen notar. En el este de Salta, que tuvo una gran expansión agrícola, se compararon lotes de tierra próximos, unos con monte y otros cultivados, y observaron que estos últimos presentan un 40% más de agua y que las sales que estaban acumuladas a una determinada profundidad ya no están como en los que no sufrieron el desmonte. “Estimamos que en entre treinta y cien años esos suelos podrían estar tan cargados de agua con sales disueltas que se empezaría a producir el efecto de salinización”, afirma Laura Amdan, licenciada en Ciencias Ambientales que forma parte del equipo de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, que realizó los estudios en Salta. Estos cálculos se realizan basándose en la edad del desmonte y el movimiento del agua hacia las napas más profundas. La estimación de los años en que el proceso que degrada el suelo y lo hace poco fértil se pueda concretar también depende de otros factores, como la lluvia y la continuidad de los mismos cultivos agrícolas. “Son entre treinta y cien años los períodos mínimos y máximos que tenemos si se continúa con esta situación”, aclara Amdan. Razones. La causa de estos cambios en el terreno está ligada al desmonte de la vegetación nativa. Antes, los árboles de los bosques, de raíces grandes y profundas, absorbían casi toda el agua de lluvia y discriminaban las sales que estuvieron atrapadas en capas profundas del suelo durante milenios. Estos árboles fueron reemplazados por cultivos de soja en Salta, y en San Luis por esta misma especie más maíz y girasol, que tienen raíces mucho más pequeñas, incapaces de tomar toda el agua. A esto se suma que son terrenos planos sin pendientes por donde el agua escurra, y que los cultivos están presentes sólo durante una estación. Así, con el suelo “desnudo”, existen más posibilidades de que el agua de la lluvia penetre en capas cada vez más profundas. El agua que no se absorbe disuelve las sales contenidas desde milenios en la tierra, y lleva a un proceso de salinización. “El efecto es la degradación del suelo, por lo que no se podrían cultivar las mismas especies que ahora, y tampoco las especies nativas podrían sobrevivir al no estar adaptadas a ese suelo salino”, explica Amdan. Regiones. En San Luis, al norte de Villa Mercedes, donde se cultiva desde hace cien años, ya se perdieron tierras –antes productivas– por este proceso de salinización. Allí, donde hace unos años había una zona que se inundaba cuando llovía mucho, ahora hay un río de 30 kilómetros. El Río Nuevo se alimenta de agua subterránea y circula en forma permanente. Por su alto contenido de sal, no sirve para riego. “En algunas partes, en especial las zonas cercanas a este río, el nivel freático –donde el suelo es húmedo– está cada vez más cerca de la superficie. Antes los productores decían que estaba a 15 metros, y ahora está entre los siete y ocho metros”, expresa la licenciada en Ciencias Biológicas Celina Santoni, del Instituto de Matemática Aplicada de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), que estudia la problemática en esa zona. Los investigadores intentan no ser alarmistas, pero sí hacer un llamado de atención. Tal es el caso del ingeniero agrónomo Esteban Jobbágy, del Grupo de Estudios Ambientales de la UNSL: “No diría no más agricultura, pero estamos ante una fragilidad del sistema hidrológico y de salinidad. La sal que estaba en lo profundo, como un monstruo dormido, empieza a buscar un lugar, y pueden pasar siglos hasta que lo encuentre”. Ante la situación, los investigadores proponen monitorear los sistemas de llanura semiárida sujetos a desmontes, y alternar los cultivos anuales con pasturas, como la alfalfa, con mayor capacidad de absorción y presente todo el año, además de conservar l

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