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Un modelo local de bienestar animal  
La República- 28-06-2015 -
  Nota publicada por: La República el 28-06-2015

Nota de origen:
La UBA distinguirá como Doctora Honoris Causa a Temple Grandin
Enviada por: FAUBA , el 15-06-2015

Esta noticia ha sido difundida por las siguientes agencias:
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En la búsqueda constante por la excelencia productiva, Estancia Chischaca se transformó en un referente de bienestar animal en la provincia. Esta práctica consiste en un cambio radical en la cultura de trabajo en corrales, para disminuir al máximo los niveles de estrés en el ganado, algo que repercute no sólo en su rendimiento sino en la rentabilidad final.

La visita del año: Temple Grandin dará una conferencia sobre "Psicología y Comportamiento Animal" este lunes en la Caja de los Trebejos, del Hotel Internacional Potrero de los Funes.

Una de las impulsoras de este sistema es Temple Grandin, una científica estadounidense reconocida en todo el mundo por sus contribuciones en psicología y por sus aportes a la ganadería, como el rediseño de corrales y frigoríficos que hoy utilizan más de la mitad de los establecimientos de Estados Unidos

La Revista fue en busca de este establecimiento porque la experta estará en el país para recibir la distinción de “Doctora Honoris Causa” de la Universidad de Buenos Aires. Durante su visita, invitada por la Fisal pasará por San Luis para dar una conferencia sobre “Psicología y Comportamiento Animal”. Será este lunes en la Caja de los Trebejos.

El campo está ubicado en las inmediaciones de Alto Pelado, sobre la ruta 11. Históricamente ha sido de cría y seguirá por ese camino, por lo que el manejo que hacen de la hacienda es crucial para que expresen todo su potencial genético que finalmente se visualizará en la ganancia de peso de los animales, su producción y la calidad de su carne, su fertilidad y sanidad.

El bienestar animal funciona como un velo invisible que modifica todas estas variables. Consiste simplemente en cambiar algunos parámetros, como evitar los golpes de chicotes, picanas, lazos y palos. El animal no debe ser golpeado, ni se le grita. No tiene que percibir hostilidad, por lo que tampoco puede haber perros. Lo mismo con las instalaciones y el transporte. Pero esta lista no fue hecha al azar; de hecho son pocos los que han logrado suprimirla.

En ese sentido, Estancia Chischaca es un ejemplo de cambio en la cultura de trabajo. Pero para llegar adonde están, el camino fue arduo. Tuvieron que modificar los hábitos enraizados en la propia historia familiar de cada uno de los peones, bajo la guía de los veterinarios de la firma SAV —Servicio y Asesoramiento Veterinario.



El secreto de un método

Primero empezaron con las capacitaciones, para dar las razones y convencer a los jóvenes encargados de que el buen trato facilita el trabajo con la hacienda que en este caso es de la raza Aberdeen Angus coloradas porque se amansa, se corren menos riesgos físicos y se ahorra tiempo. Después sustentaron la teoría con la práctica. “Se dieron cuenta de que tratar bien a la hacienda era mucho mejor para los animales y para ellos mismos, sobre todo con rodeos grandes, porque no forzás la voz, ni corrés y por lo tanto no te agotás”, explicó el veterinario Emilio Huguenine, el encargado de llevar adelante esta nueva metodología.

La prueba de fuego fue el corral, en donde demostraron realmente cómo lo implementaron. Tenían que vacunar unas 160 vaquillonas y “chipear” (Ver "Tecnología apta para el monte") otras tantas. En 20 minutos hicieron todo, con total cordialidad, sin estrés, ni golpes, ni accidentes.

“Es un trabajo que mientras más lento lo haces, más rápido lo terminás”, aseguró Felipe Tomasevich, el dueño de Chischaca que siguió atento pero distendido todo el proceso.

Empezaron tranquilos, acompañados con el sonido del viento y un leve silbido que marcó el ritmo del avance de la hacienda. Cada uno de los jóvenes llevó en mano “una bandera” otra invención de Grandin que consiste en un palo con un retazo de bolsa o tela, para sacudir al aire e impulsar a los animales. Esto evita que se desvíen y ayuda a que llenen el cepo, rápido, en tandas y sin golpes.

No se escuchan los chicotazos, que irrumpen como ráfagas de violencia en la calma, como si la fuerza bruta fuera el único camino para que los animales cooperen. “Antes yo trababa así, porque así era como me habían enseñado en el Chaco, con rebenques, perros y a caballo. Por eso al principio costó adaptarse, pero ahora se ve el cambio, los animales se han amansado y te ahorra mucho tiempo, más en estos campos grandes”, contó el capataz del campo Darío Ledesma, de 28 años, quien trabaja desde el 2006 en Chischaca.

Sus compañeros estuvieron de acuerdo. Jorge Giménez, Miguel Lucero y Claudio Gonzáles, de Alto Pelado, Navia y Santa Fe demostraron que esa vieja práctica era generalizada en todo el país, pero que ahora con las medidas “bienestaristas” en la estancia trabajan incluso con menos riesgos y accidentes. “Antes de tanto correr y apretar a caballo la hacienda por ahí salías con los tobillos morados”, relató uno de los jóvenes.

“Las vacas tienen mucha memoria. Uno tiene que evitar que asocien la manga con el dolor. Y ese trabajo lo tenés que hacer desde que vienen con la cría al pie, para amansar los terneros desde que son chicos”, comentó Huguenine, el veterinario.

Pero las buenas prácticas, no sólo facilitan el trabajo, sino que tienen un impacto económico real.

Un estudio de la Universidad de Tandil demostró que en condiciones de maltrato, la preñez disminuye en un 17 por ciento. La explicación es simple, señala que desde la gestación en adelante el estrés puede provocar cambios epigenéticos, es decir puede modificar la manera en la que los genes se expresan.

Repercute desde el comienzo de la cadena como lo es el trabajo en el campo y los corrales, hasta el último eslabón que es la comercialización. “La realidad es que uno invierte en genética, en infraestructura, en alimentos, en aguadas, y cuando ya estás llegando al final, perdés un 7 por ciento porque el camión en el que vas a transportar la hacienda al frigorífico está en malas condiciones, agregó Tomasevich y resaltó que en la res se ve si la vaca fue golpeada o “picaneada”. Esas zonas maltratadas son las que se rasuran, ahí es donde se pierden kilos de carne, que en volumen son toneladas.

Llevó esta situación a nivel nacional y planteó que la industria tiene enormes pérdidas por estos descuidos. “Si tenés 11 millones de toneladas de carne que produce la Argentina, y el 7 por ciento se desperdicia por maltrato animal, es una pérdida millonaria que se podría evitar”.

Además, hay otro factor sumamente importante que es el de la calidad. El estrés activa un proceso físico metabólico que repercute directamente en la rigidez de las masas musculares: “El saldo es que la carne está más dura”, resaltó Huguenine.

Estancia Chischaca es un modelo de la búsqueda minuciosa por perfeccionar el sistema productivo, que no se reduce a la alimentación, la disponibilidad de agua, las condiciones sanitarias o genéticas, sino que son la suma de factores acompañados por una serie de medidas que contribuyen al bienestar animal.