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LOS USOS MÚLTIPLES DE LAS PODEROSAS MICROALGAS  
Agro NOA- 29-03-2016 -
  Nota publicada por: Agro NOA el 29-03-2016

Nota de origen:
Poderosas microalgas
Enviada por: FAUBA , el 22-03-2016

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Un proyecto de investigación de la FAUBA profundiza en el potencial de las algas microscópicas para el agro y la industria.

Como el resto del mundo, nuestro país tiene un interés creciente en el desarrollo de tecnologías amigables con el ambiente. En ese sentido, desde 2008, investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) vienen trabajando con vistas a aprovechar las potencialidades de las microalgas (plantas de una sola célula), ya sea desde el puro interés científico como desde la transferencia de esta tecnología. Sus usos son múltiples; entre otros, saneamiento de aguas contaminadas, generación de energía y obtención de subproductos de alto valor comercial (como ciertos antioxidantes y colorantes que valen cientos de dólares por gramo).

“La Dirección de Agroenergía, que depende del Ministerio de Agroindustria, nos convocó junto a otros investigadores de diferentes instituciones público/privadas del país que también trabajan en el tema de las microalgas. Así surgió la Red de Microalgas de Argentina, con integrantes de todo el país”, contó Juan Gori, docente de la cátedra de Bioquímica de la FAUBA.

En el marco de la red, Gori y un grupo de colegas recibieron entrenamiento por parte del Ministerio de Ciencia y Técnica, y así nació la Antena de Vigilancia Tecnológica en Microalgas. Esta ‘antena’ recopila información en tres ramas de interés: bioprocesos (es decir, diferentes formas de cultivar y/o de cosechar las microalgas), biorremediación y bioproductos (todo lo que podemos obtener de ellas: biodiesel, bioetanol, energías alternativas, carbohidratos, proteínas, vitaminas y compuestos antioxidantes y colorantes de gran valor agregado). “Ciertas moléculas que producen las microalgas, como por ejemplo la astaxantina, un antioxidante muy importante, tiene actualmente un valor comercial mayor a US$ 7.000 por kilo. Ajustando la tecnología, su producción es posible”, acotó.

Suena cruel: para que las microalgas produzcan compuestos de alto valor comercial, como los ya mencionados, hay que estresarlas. “La producción tiene dos pilares. Por un lado, las estimulamos en un ambiente controlado para que se multipliquen y produzcan mucho material vivo (lo llamamos biomasa). Por otro, les generamos algún tipo de estrés al cambiarlas de ambiente. Eso lo conseguimos pasándolas del agua contaminada a otro contenedor donde se les genera algún ’problema’. Por ejemplo, las dejamos sin nutrientes o les damos mucha luz. Al defenderse, las microalgas producen aceites, vitaminas, antioxidantes, colorantes, y varios compuestos más. Por ejemplo, los beta/carotenos son moléculas de alto interés para la industria cosmética y farmacéutica”, puntualizó Gori.

Efluentes nutritivos

El grupo de investigación de Gori trabaja en dos proyectos de biorremediación: uno sobre efluentes de un tambo y otro sobre la parte líquida de los residuos sólidos urbanos (o sea, el juguito que chorrea de las bolsas de basura), ambos en la localidad de Lincoln, en la provincia de Buenos Aires. Al trabajar con efluentes, los investigadores dejaron de gastar en sales para cultivar las microalgas a usar las aguas contaminadas, ricas en nitrógeno y fósforo, como medio de cultivo.

“Al comparar los análisis químicos de las aguas ya biorremediadas con los estándares del Código Alimentario Argentino comprobamos que, en los parámetros medidos, son potables. Sin embargo, no son aptas para consumo humano porque provienen de materia fecal o de basura en descomposición, y siempre existe la posibilidad de que algún microorganismo patógeno se ’escape’. De todas maneras, el agua se puede usar perfectamente para limpiar las instalaciones del tambo o para riego, en lugar de emplear agua de pozo, que sí es potable para las personas y los animales”, contó.

Microalgas y fotobiorreactor

Juan Gori y su equipo estudian las microalgas a varias escalas, así lo explicó: “A escala de laboratorio usamos tubos de ensayo, recipientes de 1 a 2 litros y bateas de entre 5 y 120. El fotobiorreactor que construimos en la FAUBA contiene 70 litros. Es un tubo 3 metros de altura por 30 cm de ancho. Si bien lo usamos para investigación, también nos sirve para producir inóculo de microalgas para biorremediación, y podríamos producir hasta 200 gr de biomasa seca por cosecha. En nuestros proyectos en Lincol nos movemos a escala piloto, con piletones de entre 1.500 y 2.000 litros”.

Las tecnologías a emplear varían según el volumen, el espacio disponible y el lugar físico donde se aplicarán. Empresas o industrias, como las ubicadas cerca del Riachuelo, por ejemplo, no podrían construir piletones porque falta de superficie. En esos casos, los fotobiorreactores son ideales ya que se ajustan al espacio disponible.

“En la actualidad estamos construyendo un sistema nuevo, que se basa en el uso de ‘encapsulados’, que son como fotobiorreactores minúsculos con forma de ‘pelotitas’. En su interior, asociamos las microalgas con bacterias que promueven el crecimiento vegetal. A estos minifotobiorreactores los colocamos en unos filtros, expuestos a la luz solar para que se produzca la fotosíntesis. El agua contaminada entra al sistema donde están los filtros, fluye de forma continua y sale descontaminada. Así, nos ahorramos el costo de separar el agua de las microalgas. Lo estamos diseñando para que permita obtener, además de los productos ya mencionados, otros nuevos como bioinoculantes o biofertilizantes”, adelantó el investigador.

Por: Pablo Roset / SLT/FAUBA