| La pérdida de fertilidad del suelo, un problema complejo pero que tiene solución |
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Miguel Viñuales
A pesar de que ser productor agrícola en los tiempos que corren no es tarea fácil, y que si no se es propietario de alguno de los factores que inciden en la cadena de producción, cada hectárea más que se siembra es una cuota de riesgo que se añade, a nadie se le ocurre sembrar hoy por hoy sin aplicar una dosis mínima de fertilizante para compensar la manifiesta degradación de los suelos. No asumir una medida correctiva frente al déficit de nutrientes y agua es una merma de producción asegurada.
"Hace muchos años venimos exportando nutrientes que no se llegan a reponer. Por poner un número y te diría que como promedio en el país, si una tonelada de soja se lleva 10 kilos de cierto nutriente, nosotros reponemos dos o tres, nomás. Hace veinte o treinta años que estamos exportando nutrientes y agua", explica el ingeniero agrónomo y productor Pablo Lohidoy, analizando la situación local comparativamente con un estudio realizado por docentes de la Facultad de Agronomía de la UBA, que menciona una pérdida de fertilidad del 70% en las últimas cuatro décadas, y un déficit del 75% del fósforo disponible a un metro de profundidad.
"Los suelos son ricos en fósforo, pero en esta zona no está disponible para las plantas en altos porcentajes. El cultivo lo busca, lo explora y lo va sacando, por eso si se lleva 10 y uno repone 3, estamos en un déficit de 7 año tras año, y entonces ese fósforo disponible empieza a bajar y se termina", apunta.
Lohidoy remarca que el suelo es un organismo vivo, y que es precisamente el impulso de la vida del suelo lo que hace que recupere su fertilidad. Hay métodos que apuntan a fortalecer esto, aportando por ejemplo microorganismos que ponen en disponibilidad ese nutriente no disponible, que puede ser abundante, pero en tanto no se puede utilizar es como si no estuviera. Lo mismo, con el cuidado de la estructura del suelo, que permite una adecuada nutrición y respiración de las raíces.
"Aunque la soja toma gran parte del nitrógeno que necesita del aire, la realidad es que con todos los cultivos en general estamos exportando más nutrientes de lo que estamos reponiendo, y ello ha llevado a esta gradual degradación de los suelos", manifiesta.
Costos versus buenas prácticas
La principal causa de esta situación es fácil de identificar: es un problema originado en los altos costos de fertilizar, que en circunstancias político/económicas razonables son posibles de asumir, pero en el momento actual que atraviesa la agricultura son directamente insostenibles.
"A modo de ejemplo, un análisis de suelos convencional puede decirnos que para obtener 5.000 kilos de trigo necesitamos poner 200 kilos de fosfato diamónico. Pero eso representa más de 1.000 kilos de trigo, que se te van en fertilizar. Si a eso le sumás el costo de los trabajos, la semilla, herbicidas y el valor del campo, seguros, costos financieros, llegás sin darte cuenta a un costo de indiferencia de los 5.000 kilos para quedar hecho, con el riesgo de que te vaya mal. Entonces, es muy raro que se ponga todo el fertilizante que habría que poner", explica.
"La forma de sostener la actividad es dejando de reponer los nutrientes que se va a llevar el cultivo. Porque el cultivo igualmente va a dar los 5.000 kilos, va a buscar y obtener los nutrientes de la materia orgánica disponible y del suelo, pero a costa de un empobrecimiento gradual. Esto, sostenido durante muchos años, nos lleva a situaciones donde la ecuación económica hace insostenible la producción de determinados cultivos y por lo tanto se cae inevitablemente en el problema complejo del monocultivo", concluye.
Un proceso complejo
Pablo Lohidoy afirma que es posible, y necesario, devolver al suelo la vida y condiciones que tendría que tener en estado natural, pero lejos de admitir una solución simple y rápida basada en la reposición directa de nutrientes, como sugiere el informe de la UBA, es algo que lleva tiempo y costos implícitos.
"Esto es un tema más complejo, con muchas aristas, en el cual no se puede opinar a la ligera. Pero si de fertilidad hablamos, como concepto general estamos exportando más nutrientes que los que reponemos", sostiene, mencionando además que otro tema complejo es el del agua que se exporta con el grano producido, elemento al cual todavía no se le da suficiente importancia en nuestro país, pero que en otros lugares se tiene muy en cuenta a la hora de planificar la política agraria.
"Toda esta situación nos termina llevan a un monocultivo, y esto es gravísimo. Hoy, como país, hemos caído en el monocultivo de la soja y dependemos únicamente de los precios de ese cultivo para defendernos. Si se cae el precio, no tenemos alternativas ante eventualidades del mercado. Y por supuesto, está el aspecto agronómico, todas las enfermedades, se pierde la estructura del suelo, admite una comunidad única de microorganismos que son los que funcionan con la soja, el resto del año tenés el suelo desnudo, con el riesgo de erosión eólica e hídrica. Es mucho más complejo que simplemente reponer fertilizante y nada más", remarca Lohidoy.
"Hay muchas medidas que se pueden tomar para esto, en particular cuestiones internar arancelarias que impiden que el productor haga lo que agronómicamente tendría que hacer, por limitantes económicas. En el caso de los fertilizantes, creo que no tendrían que pagar impuestos, y cuanto más los uses, más tendrías que poder desgravarlos. El estado tiene muchos elementos para apoyar, pero son visiones muy sesgadas de la cosa. El hecho de que un cultivo en un momento dado no tenga valor, no puede conducir a que ese cultivo no se haga si es necesario en la rotación, el Estado debe buscar la manera de que se haga igual. Porque vos estás trabajando y reponiendo nutrientes en un suelo que es aparentemente tuyo, pero en realidad es el suelo de todos", concluye. |
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