Clarín 28-11-2022 - Mauricio Bártoli La noticia no es que el Gobierno reconocerá un poco más el precio de la soja, en medio de lo que succiona de la producción agroindustrial a través de derechos de exportación (retenciones) y desdoblamiento cambiario. El dato saliente no es que se acercará un poco al valor que se consigue por una tonelada cruzando el río Uruguay. Lo determinante es que la economía argentina vuelve a recurrir a las exportaciones del principal cultivo agrícola como “salvavidas”.

Desde este lunes, hasta el 31 de diciembre, se rehabilitará el mecanismo del “dólar soja, con una actualización “por inflación” respecto de los $200 pesos estipulados en septiembre, que lleva el nuevo valor del tipo de cambio a $230. Así, de los $66.000 que se pagaron esta semana en Rosario por tonelada, la cotización de la oleaginosa subiría a una cifra que oscilaría en torno a los $80.000.

Desde el ministerio de Economía dijeron que “el objetivo es batir el récord de exportaciones del complejo agroindustrial histórico, a los efectos de ponerlo sobre la mesa en el debate de la agenda de seguridad alimentaria global que se discute en el G20”.

Noble utopía, quién podría estar en contra, aún de cualquier lado de la grieta. Pero la única verdad es la realidad, decía Juan Domingo Perón, y la cuestión es que la economía argentina no respira bien desde hace rato y el único pulmotor que parece quedarle es el denostado “yuyo”.

Sucede a pesar de que, desde hace dos décadas, la soja es un vital elemento que aportó recursos como para pagar tres deudas externas. Pero en los últimos meses, lamentablemente, ganó aún más protagonismo.

En otro tramo de la comunicación oficial se reconoce que “desde el punto de vista fiscal el Gobierno se asegura el cumplimiento de la meta de reservas, que así se espera superar en un 15%. Esto termina siendo un financiamiento sin necesidad de emisión”.

Hasta este año, se destacaba el aporte de la soja a la economía por las retenciones. Pero ahora el partido crucial no se juega tanto en la contribución al presupuesto. El déficit fiscal es crónico y no se presenta como la enfermedad más acuciante, aunque es el problema más profundo. Ahora, desde que no tenemos dólares para importar productos básicos, la soja y el resto de las exportaciones agroindustriales determinan la balanza comercial: ofrecen las divisas que permiten el funcionamiento general.

En rigor, el Estado argentino es el único "socio" de la producción sojera que no sólo se queda con casi dos tercios del valor internacional (el precio FOB hoy es de US$592) sin invertir ni arriesgar. Y del otro lado de la Aduana recibe dólares, no los pesos que entrega a los que generan riqueza y reciben papeles devaluados.

Este preámbulo explica por qué un anuncio oficial que “favorece” a los productores no es apoyado por las entidades del campo. Las 4 entidades de la Mesa de Enlace prefirieron no acompañar el anuncio del ministro Sergio Massa.

Los titulares de Federación Agraria, CRA, la Sociedad Rural y Coninagro se excusaron de ir debido a “dificultades de agenda y logística por haber sido invitados a último momento”, pero fuera de micrófono coincidieron en destacar que la medida es “una necesidad del Gobierno” que los productores podrán acompañar o no según consideren.

El planteo de fondo que reclaman, tanto los productores agrícolas, los ganaderos, la cadena de la soja a nivel institucional (ACSOJA) es "un único tipo de cambio como política previsible", porque de lo contrario surgen distorsiones que alteran las relaciones comerciales sobre insumos, alquileres, etcétera, que perjudican a actores agroindustriales no vinculados a la soja.

Incluso los exportadores, acusados por algunos productores como beneficiarios de la medida, opinaron este viernes, en el mismo sentido, entendiendo que “los cambios circunstanciales no son bases firmes para lograr el crecimiento y el desarrollo del sector”.

Pablo Adreani, avezado consultor agroalimentario, advirtió días atrás que “un nuevo dólar soja sería la última bala de plata para tentar a los productores a que vendan algo de las 8 millones de toneladas de la cosecha anterior" que aún están ensiladas. Pero advirtió que para lograr el objetivo de reunir US$3.000 millones, “al Gobierno le juega en contra la mayor liquidez en pesos que tienen los productores respecto de septiembre, las perspectivas devaluatorias que desalientan entrega granos por pesos y la desconfianza sobre las reglas de juego”.

Como bien destaca David Miazzo, economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina (FADA), esta versión será la tercera del “dólar soja”, porque antes del que impulsó Massa en septiembre, esta idea de ponerle un “turbo” a lo que viene sucediendo desde 2002 en adelante fue inaugurada en la fugaz gestión de Silvana Batakis.

El número de la serie no es un mero detalle. Tiene por lo menos dos aspectos cruciales. Por un lado, pone en evidencia que, en la urgencia, la actual presidenta del Banco Nación cedió al planteo embrollado que lideró el “amigo presidencial” Miguel Pesce. Massa fue más pragmático y supo escuchar las sugerencias para que el mecanismo fuera realmente un incentivo para quienes iban a hacer el aporte.

A su vez, el caso expone que, por tercera vez en este segundo semestre “eterno”, se recurre a la soja como “salvavidas” de las cuentas nacionales.