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Vacas sin miedo a los robots: impulsa el bienestar animal y el resultado es más y mejor leche
La vaca duda y se queda parada frente a las puertas del robot. Mira a un costado, al otro y gira su cabeza: detrás está Josefina acariciándole el lomo y guiándola hacia el box de acero. No hay gritos, ni movimientos bruscos: sólo la paciencia infinit ...
 
 
TN 21-06-2022 - Josefina Pagani La vaca duda y se queda parada frente a las puertas del robot. Mira a un costado, al otro y gira su cabeza: detrás está Josefina acariciándole el lomo y guiándola hacia el box de acero. No hay gritos, ni movimientos bruscos: sólo la paciencia infinita de esta veterinaria de 36 años y 184 centímetros de altura. El animal al fin cede: entra, se cierran las puertas automáticas y comienza el ordeñe.

Los tambos robóticos son una tecnología muy utilizada en Europa, Estados Unidos y Canadá, y cada vez más implementados en la Argentina. “La vaca entra en un box, y mientras el sistema trabaja con un brazo robótico, recibe una porción de alimento balanceado como premio para que esté tranquila. Es una técnica voluntaria donde ella decide en qué momento del día ordeñarse”, contó Josefina María Morrogh Bernard a TN.

Leé también: Lechería: pese a la suba de los precios internacionales, el sector no logra cubrir los costos

Además, en un programa de software, la máquina recolecta datos de cada ejemplar, que luego son analizados por los operarios, como información productiva y parámetros de salud, con el objetivo de diagnosticar enfermedades y así lograr una mejor calidad de leche, ya que el personal puede monitorear cada vaca permanentemente.
Un tambo robótico en un establecimiento en Navarro, provincia de Buenos Aires.

La tarea de Josefina comienza cada vez que un productor compra un robot. La máquina ordeña alrededor de 65 vacas, entre dos y tres veces al día, dependiendo del momento de la lactancia y su nivel de producción.
Este tipo de tecnología permite que la vaca se ordeñe "voluntariamente" mientras se alimenta.

“Mi función es instalarme en el establecimiento para entrenar a la gente y a los animales. Dependiendo del tamaño del tambo y las condiciones del lugar, me puede llevar desde tres semanas hasta seis meses”, detalló la veterinaria.
Josefina junto a Ricardo Bossio, tambero en Adelia María, Córdoba, y su colega Joaquín Pispieiro, en pleno trabajo. (Crédito: Josefina Morrogh Bernard).
Josefina junto a Ricardo Bossio, tambero en Adelia María, Córdoba, y su colega Joaquín Pispieiro, en pleno trabajo. (Crédito: Josefina Morrogh Bernard).

La misión no es sencilla. “Hay que lograr que un animal de más de 650 kilos entre en un box pequeño que nunca vio en su vida, donde se tiene que quedar quieto los casi 7 minutos que dura el ordeñe. Primero, trato de que conozcan el robot (hago que entren y salgan) y que se familiaricen con los ruidos. Una vez que lo conocen le pierden el miedo y lo adoptan como rutina: van solas a ordeñarse. A los animales les gusta la consistencia: que las cosas se hagan siempre de la misma forma”, remarcó.
Trabajando en la oficina con "visitas": las vacas la reconocen por su olor y por su voz. (Crédito: Josefina Morrogh Bernard).
Trabajando en la oficina con "visitas": las vacas la reconocen por su olor y por su voz. (Crédito: Josefina Morrogh Bernard).

Josefina ha formado parte de la instalación, capacitación y asesoramiento de nueve tambos, con más de 30 robots, en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Salta y hasta en Brasil. Y tiene planeado comenzar con varios más en los próximos meses.
El sector lechero: un mundo que la apasionó desde el primer día

“Siempre supe que quería trabajar con vacas pero en la cabaña de mi familia nos dedicamos a la producción de carne. Conocí el mundo de la lechería gracias a una pasantía que me ofrecieron cuando estaba por recibirme de veterinaria en un tambo en Escobar”, explicó.

Casualmente, la joven llegó al establecimiento cuando estaban probando el calf feeder, un alimentador automático de terneros. “La idea era probar si servía. Me acuerdo que el veterinario me dijo: ‘Nos prestaron esta máquina; fijate si funciona’. Yo no tenía idea de terneros y me obsesioné con el tema”, recordó. Allí nació la magia que la llevó adonde está hoy.
Los terneros pueden tomar hasta 8 litros de leche durante varias visitas al día. (Crédito: Josefina Morrogh Bernard).

La tecnología permite que el animal recién destetado, en vez de estar atado y ser alimentado por una persona dos o tres veces al día, sea criado en forma colectiva junto a otros. “Es como una vaca mecánica”, resumió la profesional.

Todos tienen acceso libre a las tetinas las 24 horas del día, donde toman leche o sustitutos lácteos. Un calf feeder cuenta con cuatro tetinas y cuatro corrales, y recomiendan colocar uno cada 100 a 120 terneros.
Así se crían en un tambo ubicado en Rosario de Lerma, Salta. (Crédito: Instagram Finca Valvanera).

“El objetivo es simular lo mejor posible el comportamiento natural que tendrían al pie de la madre. La ventaja de este sistema es que logran un mayor crecimiento: mientras que en una guachera común la ganancia diaria de peso es de 500 gramos, con esta tecnología hemos logrado 850 gramos y hasta un kilo y medio por día”, detalló la profesional.

Además, se puede configurar la cantidad de alimento que recibe cada uno, a qué hora ingiere la leche, su temperatura, a qué velocidad de succión, entre otros parámetros.
El caw brush es un cepillo automático que relaja a los animales. Cuenta con un sensor que se activa cuando una vaca se acerca. (Foto: INTA Rafaela).
La tecnología ganadera como faro del bienestar animal

Su pasantía en el tambo de Escobar pasó de los pautados tres meses a un año y medio. Luego se recibió en la universidad y en 2018 comenzó a trabajar a pleno.
Junto al equipo y la familia Bonamico en su tambo cordobés. (Crédito: Josefina Morrogh Bernard).
Junto al equipo y la familia Bonamico en su tambo cordobés. (Crédito: Josefina Morrogh Bernard).

“Las vacas son animales gregarios y sociables: no se puede ir en contra de su naturaleza. Muchos tamberos están acostumbrados a trabajar de una manera, desde hace 50 años, y de repente llega una mujer de treinta y pico a decirles cómo tienen que hacer las cosas. Pero he tenido muy buenas experiencias con productores maravillosos”, contó.

La veterinaria lleva grabados a fuego los 5 principios y “libertades” que rigen el bienestar animal:

Ausencia de hambre y sed.
Ausencia de incomodidad, malestar físico y térmico.
Ausencia de dolor, enfermedad y lesiones.
Ausencia de miedo y angustia.
Posibilidad diaria de expresar su comportamiento normal.

Un legado y un sueño que llegó desde el Viejo Continente

Josefina María nació en 1985 en Olivos, Buenos Aires, pero pasó gran parte de su infancia en la cabaña de su familia en Gualeguaychú. Es la mayor de cinco hermanos (Francisco, Clara y los mellizos Bautista y Beltrán). Su madre Pía es artista.

Para conocer su historia hay que cruzar un océano y llegar hasta Irlanda, donde su tatarabuelo paterno Beltrán criaba rodeos de la raza Hereford. Hacia 1800 decidió mudarse a la Argentina y continuar con la cría de ganado. Eligió tierras entrerrianas, en la zona de Gilbert, y fundó la cabaña La Estrella, una de las más antiguas de la raza.
Eduardo, el abuelo de Josefina (de blanco, a la izquierda) y su bisabuelo Juan Francisco (de blanco, a la derecha), junto a un toro Hereford en el campo La Estrella, en Gilbert. (Crédito: Josefina Morrogh Bernard).
 

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