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La historia de la familia Reula: Cómo un peón rural logró montar una carnicería que con el tiempo se transformó en un frigorífico modelo
La familia Reula es propietaria del frigorífico La Esperanza, que dicen que es lo último que se pierde, y fue precisamente lo que sostuvo su crecimiento económico. Su origen es muy humilde, pero con empuje y algo de ayuda, lograron progresar y armar ...
 

 
Bichos de Campo 05-04-2022 - Nicolas Razzetti La familia Reula es propietaria del frigorífico La Esperanza, que dicen que es lo último que se pierde, y fue precisamente lo que sostuvo su crecimiento económico. Su origen es muy humilde, pero con empuje y algo de ayuda, lograron progresar y armar una empresa frigorífica y ganadera para generar empleo en su comunidad.

En los años 50 el padre de Daniel trabajaba como peón temporario, pero un día decidió ahorrar para abrir una carnicería. En ese momento se enfermó su primer hijo y debió gastar los ahorros en su recuperación. Su suegro entonces le regaló tres vacas, con cuya carne hicieron la primera venta a trabajadores de las campos de la zona, en el paraje Cristóbal Segundo, departamento de Nogoyá, provincia de Entre Ríos.

“En esa época residía mucha gente en el campo, que vivían y comían en sus lugares de trabajo y se mataban dos o tres animales por día”, explicó Reula a Bichos de Campo.

La carnicería se llamó “La Esperanza” por ocurrencia de uno de los hermanos, quien intuyó un futuro promisorio. El comercio funcionó y creció durante más de 40 años y con ese mismo nombre bautizaron al frigorífico conducen en la actualidad.

Cuando Daniel Reula cumplió los 13 años, su padre murió y entonces comenzó a trabajar junto con su madre y su hermano mayor para sostener el negocio familiar.

En los años 80’ abrieron otra carnicería sobre la ruta, cerca de la localidad de Ramírez. Reula se había casado ya con una descendiente de alemanes (Silvia Graf), cuya familia facilitó el acceso del alquiler del negocio.

“Siempre nos gustó vender carne al por mayor, faenábamos y vendíamos siempre algo al por mayor de carne a colegas carniceros; siempre tuvimos un pie puesto en el rol de matarifes abastecedores”, recuerda.

Escuchá la entrevista completa:

Al final de la década de los 80, el intendente de General Ramírez les ofreció a los Reula hacerse cargo de un frigorífico que estaba por cerrar. Lo pudo comprar gracias a un plan de financiación “en cómodas cuotas, porque era la única forma en la que lo podíamos pagar, pero era un matadero muy precario y por eso nos ayudaron a armar un plan de obras para que pudiéramos trabajar dentro de la provincia”. Cuando estuvo todo listo, la familia formalizó el negocio de venta de carne al por mayor.

Con el tiempo, mucho esfuerzo y la reinversión de las ganancias, la empresa que hoy dirige con sus familiares, especialmente su hijo Emilio, se transformó en un frigorífico de tránsito federal, en el que faenan 2200 vacunos y 7500 cerdos al mes y donde tienen 65 empleados a los que se suman los que trabajan en la propia empresa agropecuaria de cría, recría y engorde a corral, de dónde sale parte de la hacienda que va a la faena en la planta.

El frigorífico está habilitado para vender sólo en el consumo interno y por eso Reula dice que a este tipo de empresas le conviene que haya una exportación fluida. “Creo que el pollo y el cerdo le ganaron espacio a la carne vacuna. Hay que exportar todo lo que se pueda para que entren divisas; una exportación fuerte nos favorece porque una exportación a medias nos quita parte del mercado, porque en ese caso tratan de meterse en el mercado interno y nos complica un poco”, explicó son total sinceridad.

“Si tengo que ser sincero, prefiero una exportación en auge, aunque me haga trabajar más para conseguir hacienda, pero no tenerlo a la vuelta de la esquina vendiendo carne: nosotros necesitamos que la exportación esté en auge”, añadió.

Respecto de la oferta de hacienda en la actual coyuntura, dijo que “veo que los feedlot están cada vez más chicos, cada vez cuesta más llenarlos, los números son cada vez más difíciles; la hacienda gorda tiene buen precio, pero la invernada está muy cara y la lleva gente que la recría”. Eso atrasa el proceso productivo y restringe la disponibilidad de hacienda destinada al mercado local.

El empresario señaló también que si bien hay menos oferta y, por lo tanto, menos consumo per cápita de carne vacuna, la demanda fue en parte absorbida por la oferta de carne porcina y aviar, aunque el problema de fondo es la poca capacidad de pago de los ciudadanos: “A la gente no le alcanza, lo que se lleva el empleado en su bolsillo es poco, a pesar de que en el gremio de la carne está bien la gente, pero le queda poco y termina hacienda esfuerzo para comprar carne”, resumió.
 

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