Revista Puerto 08-02-2022 - Roberto Garrone Las pocas luces que generan las lámparas de la cubierta alcanzan para iluminar buena parte del muelle de la ex Terminal de Cruceros sobre la Escollera Norte y poner en evidencia la completa inactividad de un extremo al otro del espigón.

El Lu Qing Yuan Yu 288 es el primer barco potero en amarrar en puerto Mar del Plata luego de cumplir la primera marea de la zafra 2022. Es uno de los dos barcos de “Patagonia Fishing”, una empresa de capitales chinos con permiso de pesca en el caladero nacional y entró con 700 toneladas del stock desovante de verano.

“Sé que hay SS, S y M, pero no en qué proporción de cada una” dice Guillermo, el traductor de la empresa, sentado en una silla de playa sobre el muelle mientras vigila los movimientos y domina el cansancio que le entrecierra los ojos, configurándolos como dos líneas delgadas debajo de los párpados.

Está sobre la reja que divide el muelle operativo del resto de la Escollera. Justo detrás de las dos grúas que sacan las pastillas de calamar y las disponen hacia la izquierda y la derecha donde los autoelevadores las transportan a los camiones, todo en una maniobra frenética, ruidosa y aceitada.

Son casi las 12 de una noche de verano calma y cálida. Cuando las pastillas salen dela bodega, en el cambio de temperatura generan un vapor que se mantiene por unos segundos y se evapora cuando la carga ya llega al muelle. Las luces del barco se ven desde el bulevar costero y han atraído a grupos de turistas que, detrás de la reja, miran con atención el trabajo de descarga y lo registran con sus celulares. Ya saben de dónde vienen las rabas.

Ni las bocinas de las alarmas que se disparan en plena operatoria ni las preguntas curiosas de los turistas, nada parece perturbar a Guillermo. “Zarpó el 4 de enero y estuvo en el sur del 49º pero ahí fue malo, 300 kilos… todo pescado más al norte”, precisa en un lenguaje ayuno de verbos.

Detrás del trabajo de las grúas y el movimiento incesante de los autoelevadores no se observan movimientos en la cubierta del Lu Qing. Es que el barco zarpó con 30 tripulantes quienes se mantienen en burbuja a bordo para repetir la segunda marea. “El lunes (hoy) entra el otro, el 287”, avisa.

El servicio de estiba está a cargo de la empresa “Producción”, una de las habilitadas por el Consorcio para la tarea. Son 79 trabajadores que se suman a los 36 eventuales del Centro de Contratación. Este grupo trabaja medio jornal (tres horas) y volverá en un segundo turno para completar la otra mitad. Son 9 mil pesos el jornal con un plus del 100% por trabajo nocturno.

“En doce horas lo vaciamos y vuelve a pescar”, dice Carlos Sepúlveda, el referente de la cooperativa de estiba. “Otros puertos pueden estar más cerca de la zona de pesca pero tienen demoras para entrar a muelle y descargar; un barco como este te lo pueden hacer en dos días y medio, tres. Lo que tarda en venir acá lo recupera y gana una noche de pesca”, dice el empresario frente al edificio que hoy ocupa la Policía Federal.

Los camiones siguen llenándose con las pastillas de calamar de 12 kilos. Hay algo nuevo esta temporada. No son contenedores donde se almacena la carga sino cajas térmicas de camiones. Guillermo me lo explica cuando regreso hacia la posición donde sigue sentado.

“China no permite que se cargue en contenedor directo en el muelle. Esto va a cámara de frío polar, y ahí se consolida en contenedores. Así no necesitamos el doble rotulado y etiquetado”, cuenta el representante de Patagonia. Las pastillas salen de bodega con una sola bolsa cristal como rótulo y etiqueta.

Sepúlveda cuenta que ofreció el servicio para sanitizar todas las pastillas en el muelle con un dispositivo que incluía rociadores con desinfectante debajo de gazebos para que puedan cargar el calamar directamente en contenedores. “Pero cambiaron de opinión y decidieron trabajar así. Es mucho más costoso porque cargás el semi, lo descargás en el frigorífico y volvés a cargar en el contenedor para exportar”.

Parado arriba del chasis de uno de los camiones que almacena el calamar del potero chino, Ricardo relojea los movimientos en uno de los extremos de la zona iluminada, próxima a la proa del potero.

Gorra, musculosa gastada, bermuda de jogging y calzado profesional, cuenta que tiene 64 años, de los cuales 41 los pasó trabajando en el muelle como estibador. ¿Qué hacés acá?, le pregunto. Hasta él entiende que el “acá” no remite al presente nocturno en la Escollera Norte. “Estoy con los papeles para la jubilación, en eso ando; en un año, un poco más, seguro sale”, dice y se prepara para recibir uno de los pallets cargados con pastillas.

Dice que por su edad ya no se mete en la bodega a “cagarse de frío”, que prefiere el muelle donde el trabajo es más liviano. Ricardo sonríe, saluda y se mete en la caja térmica a acomodar pastillas. El Lu Qing Yuan Yu 288 se contornea detrás de las potentes luces de la cubierta y los movimientos para vaciar su bodega no cesan. El calamar despabila la parsimonia de los muelles marplatenses.
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