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Desde un carro de carne a exportar en todo el mundo
Este domingo se cumplen 100 años desde el día que Jaime Borrell comenzó sus ventas de carne a domicilio. Pasaron muchas cosas en este siglo. Del inicial reparto con carros tirados por caballos, a la marca propia reconocida en los países más desarroll ...
 
 
Clarín 17-05-2021 - Mauricio Bártoli Este domingo se cumplen 100 años desde el día que Jaime Borrell comenzó sus ventas de carne a domicilio. Pasaron muchas cosas en este siglo. Del inicial reparto con carros tirados por caballos, a la marca propia reconocida en los países más desarrollados. De un inmigrante español que arrancó de cero, al liderazgo entre los exportadores del producto más emblemático de la Argentina.

La evolución llevó tiempo, está claro. No fue de un día para otro y estuvo marcada por los contextos de época. Poco tienen que ver, en las apariencias, el “delivery modelo 1921”, que entregaba carne caliente, faenada pocas horas antes a la sombra de los árboles, con las certificaciones internacionales sobre los procesos frigoríficos de calidad e inocuidad alimentaria, a los que ahora se sumará una planta de tratamiento de residuos, a partir de los los cuales se producirán fertilizantes y energía eléctrica.

El escenario fundacional fueron las múltiples chacras, en un radio de 10-15 kilómetros, que le daban vida a los alrededores de Arrecifes; mucho antes de que esa ciudad del norte bonaerense se transformara en cuna de campeones del automovilismo, con los Di Palma y los Canapino, entre otros.

La base actual está 42 kilómetros hacia el este, en Pérez Millán, partido de Ramallo, donde Arrebeef tiene su planta industrial de 26.200 metros cuadrados, donde trabajan 1.000 personas para proveer de cortes enfriados y congelados a los consumidores más sofisticados de Europa, China, Estados Unidos, Egipto y Chile, entre los principales destinos.

La trama de esta historia ya incluye a 4 generaciones de la familia, que no estuvo exenta de grandes dolores, en especial por las muertes jóvenes de quienes lideraban algunas etapas, pero también por impactos económicos que obligaron a reducir la empresa.

Con todo, en la trayectoria de los Borrell luce un hilo conductor: la voluntad de trabajar intensamente y el coraje para ir y venir sin que los océanos sean un obstáculo para el crecimiento.
El primer balance del negocio de carnicería que certifica el comienzo de las operaciones, el 16 de mayo de 1921.

El primer balance del negocio de carnicería que certifica el comienzo de las operaciones, el 16 de mayo de 1921.

Todo empezó cuando Jaime desembarcó en Buenos Aires y fue en busca de Rosa, su “recomendada” para casarse, que estaba en San Pedro, también en el norte bonaerense. Se radicaron en Arrecifes y criaron dos hijos, Santiago y Angel.

El hombre de la casa (con una altura de 1,90 m.) despostaba la hacienda a cuchillo (no había sierras eléctricas) y salía a vender la carne con una balanza chica de mano. Sus jornadas empezaban a las 3 de la mañana, “con la fresca”, de modo que para el mediodía se pudiera terminar el reparto, y todos los clientes tuvieran la comida del almuerzo, más lo que desearan guardar en las fiambreras (antecesoras de las heladeras).

La segunda generación instaló el negocio en el Mercado Municipal de Arrecifes y modernizó la comercialización. Todo marchaba viento en popa hasta 1963, cuando Santiago perdió la vida a los 51 años por las complicaciones de salud debido a un reposo no cumplido: el médico le pidió descansar 45 días pero él volvió a trabajar dos semanas después.

Aunque Angel siguió trabajando, esa temprana muerte obligó al hijo mayor del fallecido, (homónimo de su padre) a abandonar sus incipientes estudios de Veterinaria. Tenía 18 años y tomó la posta en representación de su madre Adelaida y sus hermanos Osvaldo y Hugo. La tragedia volvió a enlutar a la familia poco tiempo después: el 1° de mayo de 1967, Santiago, el heredero a cargo, murió en un accidente automovilístico en Arroyo Dulce, un pueblo cercano.

En ese momento ingresó a la empresa el actual presidente, Hugo, hoy de 73 años, que por entonces había empezado a estudiar Contaduría en Buenos Aires. No querían que se volviera, pero él sintió el compromiso de hacer lo mismo que había hecho su hermano mayor. Su tío Angel, le dijo: “Para poder mandar hay que saber del oficio, acá tenés una chaira (para afilar) y un cuchillo”. Hasta hoy, Hugo se lo agradece, “porque me enseñó algo que muchos industriales de la carne no saben y eso me dio una ventaja”.
Hugo Borrell, tercera generación de la familia dedicada a la venta de carne, preside hoy Arrebef, la marca que desarrollaron a partir de 1994.

Hugo Borrell, tercera generación de la familia dedicada a la venta de carne, preside hoy Arrebef, la marca que desarrollaron a partir de 1994.

Hugo tomó la posta de la carnicería pero con el tiempo le fue quedando chica. Entre sus 25 y 45 años trabajó de lunes a sábado a partir de las 4 AM, en jornadas laborales de 14-15 horas, que solían terminar pasadas las 10:30 PM. “Me casé a los 31, grande para la época, porque no tenía tiempo ni para eso”, dice sonriente.

Las ventas en la carnicería propia se fueron complementando con un reparto para otros comerciantes de la zona, a partir de una faena creciente que efectuaba en el Matadero Municipal de Arrecifes, tras comprar ganado en múltiples ferias de la zona (Fromaget y Paterlini en Pergamino, Céccoli y Richi en Guerrico, entre otras).

Cuando superó la faena de 200 animales por día empezó a contratar el servicio en frigoríficos cercanos, ubicados en Ramallo, Salto, Hughes, San Antonio de Areco…, donde llegó a repartir unos 500 animales por día.

A fines de los ’80, con Angel ya retirado del negocio, Hugo y Osvaldo vieron una oportunidad de crecimiento con la compra del frigorífico de Salto, a lo que le sumaron el alquiler de un establecimiento similar en San Antonio de Areco. Se hacían fuertes en el consumo interno, y empezaron a probar con algunos negocios puntuales de exportación.

En esa época se incorporó un actor clave, Antonio Restovich, encargado del frigorífico, que le permitió a los dueños tener más tiempo para optimizar las comprar de hacienda, entre otras claves del negocio.

Luego surgió otra oportunidad de expansión, con la compra del frigorífico Ramallo (hoy sede central de Arrebeef) en 1994. Tras ese paso se sumó otro empleado fundamental para la inserción internacional, Charly Fagman, un experto en comercio exterior de carnes, con contactos en todo el mundo, que coordinó el posicionamiento mundial de Arrebeef en sólo 2 años.
Arrebeef es uno de los frigoríficos líderes en exportaciones. Emplea a 1.000 personas en Pérez Millán, partido de Ramallo, en el norte bonaerense.

Arrebeef es uno de los frigoríficos líderes en exportaciones. Emplea a 1.000 personas en Pérez Millán, partido de Ramallo, en el norte bonaerense.

El camino no fue siempre de avances. En el año 2000, cuando Arrebeef tenía navegando por el Atlántico 200 contenedores de carne especialmente preparada para la comunidad judía de Estados Unidos, el brote de fiebre aftosa detectado en nuestro país obligó a destruir la mercadería, porque volvió en mal estado. Como consecuencia, los Borrell se endeudaron tanto que tuvieron que desprenderse del frigorífico de Salto. Se lo vendieron a Federico Braun, de La Anónima.

Perdieron bastante, pero siguieron adelante, ya volcados a las exportaciones, con la premisa de brindar un buen servicio a largo plazo. “Captamos clientes en todo el mundo, a partir de la seriedad y el cumplimiento de los negocios”, se enorgullece Hugo.

En el medio hubo otro golpe fuerte. Osvaldo murió en 2004, a los 51 años, en otro accidente automovilístico. Desde entonces, Hugo siguió apoyándose en Restovich y Fagman y de a poco fue incorporando en la empresa a sus dos hijos, Angeles (administradora de empresas) y Hugo (licenciado en Comercio Exterior) y sus dos sobrinos (hijos de Osvaldo), Alejandro (ingeniero agrónomo) y Santiago (contador público).

Los últimos años continuaron en la senda del crecimiento. A tal punto que entre 2015 y 2016, Arrebeef lideró el ranking de exportadores argentinos de carne vacuna. Sin embargo, en la última curva de la carrera hacia los 100 años, la empresa entró en boxes. Un conflicto gremial motivó que Hugo se cansara y, megáfono en mano, en el playón de ingreso anunció en febrero pasado que cerraba la empresa, “cansado de las presiones sindicales”.

Entre la huelga, la toma de la planta y el acuerdo posterior por intermediación de la Federación de la Carne, pasaron 2 meses de parate hasta que se volvió a la normalidad, con una faena diaria superior a los 1.000 vacunos; más la articulación productiva con otras plantas en Escobar y Bernal, en un trabajo conjunto con otros frigoríficos que también están asociados al Consorcio ABC de exportadores de carne.

Así, Arrebeef se proyecta hacia el futuro, una vez más con adaptaciones que impone el contexto. Entre las certificaciones internacionales que habilitan mercados, son cada vez más importantes los tratamientos de los desechos que deja la producción.
 

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