Ambito Financiero 15-03-2021 - Mariano Martín La reunión que publicitó días atrás Hugo Moyano con otros sindicalistas del transporte tuvo por objetivo adelantar los tiempos de dos disputas que dará en simultáneo: la jefatura de la confederación de gremios del rubro y, más tarde, de la propia CGT. En ninguno de los dos casos lo hará para encumbrarse de manera directa sino para impulsar en esos cargos a referentes cercanos que deberán cumplir una única condición sine qua non: desplazar a los actuales líderes de hecho, rivales históricos del camionero. Se trata de la más consistente estrategia de Moyano en el movimiento obrero en los últimos treinta años, y en los que tuvo éxito sólo en los dos primeros gobiernos kirchneristas.

La foto del lunes mostró al exjefe de la CGT con dos de sus hijos, Pablo y Facundo Moyano (adjunto de Camioneros y diputado nacional, respectivamente) y con el aeronavegante Juan Pablo Brey (AAA) reunidos con Sergio Sasia, líder de la Unión Ferroviaria, el sindicato de mayor número de afiliados de los cuatro que existen en los trenes. En la Federación de Camioneros, el anfitrión le ofreció a Sasia lo que había ido a buscar el ferroviario: apoyo para quedarse con la jefatura de la Confederación de Trabajadores del Transporte (CATT). A cambio, el ferroviario comprometió respaldar los planes de Moyano para la CGT, adonde espera en la hipótesis de máxima ubicar a su hijo mayor o al menos tener preeminencia en una nueva conducción colegiada.
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Son maniobras para estrategias de largo plazo. La CGT tiene su actual jefatura vencida desde agosto pasado, cuando la pandemia prorrogó los tiempos administrativos y les dio a los cosecretarios generales Héctor Daer y Carlos Acuña una sobrevida formal en los cargos al menos hasta marzo del año que viene. Un poco antes debería renovarse también la cúpula de la CATT, hoy en manos del portuario Juan Carlos Schmid, cuyo mandato también está extendido gracias al coronavirus. Pero en los planes de Moyano figura mostrar la construcción de sus alianzas como argumentos suficientes como para forzar a un adelantamiento de esos plazos.

Ninguno de ambos propósitos parece de fácil cumplimiento. La CATT es el segundo sello más poderoso del sindicalismo por agrupar a los gremios del transporte público de pasajeros, por sí solos capaces de garantizar la efectividad de un paro general, y los de mercaderías, de vital importancia para el funcionamiento de la economía. Más allá de Schmid lo conduce un triunvirato de facto que completan el colectivero Roberto Fernández (UTA) y el maquinista ferroviario Omar Maturano (La Fraternidad), enemigos declarados de Moyano.

Por eso resultó valioso para el camionero mostrarse junto a Sasia, que además de la UF conduce un espacio ecléctico denominado Semún (Sindicatos en Marcha por la Unidad Nacional) con Guillermo Moser (Luz y Fuerza) y que alguna vez contó con el apoyo del metalúrgico Antonio Caló (UOM). Además Moyano pactó el año pasado con el nuevo secretario general del gremio de taxistas, Jorge García, quien reemplazó al jubilado Omar Viviani. Otro sindicato numeroso y de carácter estratégico.

Por debajo de esa pulseada el panorama de alianzas es más brumoso. Los gremios aeronáuticos, capitaneados por el piloto Pablo Biró (APLA) exhiben un grado de independencia y en el último tiempo consiguieron sentarse en la “mesa chica ampliada” de la CGT, en general una mala señal para Moyano. En tanto que los sindicatos del rubro portuario y marítimo están divididos. La federación que los nuclea, Fempinra, sigue en lo formal a cargo de Schmid aunque el SOMU, el más numeroso, le reporta al camionero al igual que el SUPA, que moviliza los containers de los barcos para el comercio exterior.

Si la CATT se presenta como un objetivo de difícil alcance para Moyano la CGT se parece más a una quimera. Al menos mientras siga con vida la alianza entre los “gordos” de los grandes gremios de servicios, es decir Sanidad, de Carlos West Ocampo y Daer, y Comercio, de Armando Cavalieri, los “independientes” Gerardo Martínez (albañiles, Uocra), Andrés Rodríguez (estatales, UPCN) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), y Luis Barrionuevo, comandante de Acuña. Con excepción de los “gordos” todos los demás fueron alguna vez aliados del camionero, y también le dieron la espalda cuando Moyano se encerró sobre su propio círculo en lo mejor de la relación con Néstor y Cristina de Kirchner (2004-2011).

Los dos sellos se renuevan bajo la misma lógica. Los sindicatos con mayor número de afiliados aportan más votos para el Congreso ordinario que cada cuatro años debe elegir al secretario general y al Consejo Directivo. La historia del sindicalismo peronista muestra que la posibilidad de llegar a esa instancia sin un acuerdo previo y con los postulantes sujetos a una medición de fuerzas por el voto secreto de los congresales es muy cercana a cero. De ahí que el tejido previo de alianzas y su exhibición pública sean una parte clave del folclore cegetista.

El tablero permanece abierto. Si la CGT alumbrará este año o el próximo una nueva jefatura, unipersonal o colegiada, y si ese liderazgo surgirá de un acuerdo de todos los sectores o bien será una reedición de la cúpula actual, en la que al menos Daer hizo saber su intención de continuar, todo forma parte de meras especulaciones, diseños teóricos y, por momentos, puro voluntarismo de los protagonistas.