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¿Cómo y por qué el maíz se convirtió en el grano más producido de la Argentina?
Estaba al caer, pero sorprendió a todos casi de una campaña para otra: luego de 24 años, el maíz llegó a las 50 millones de toneladas y superó a la producción de soja en la Argentina para convertirse en la más importante de todos los granos.

 

 
La Nueva Provincia 14-12-2020 - Guillermo D. Rueda Estaba al caer, pero sorprendió a todos casi de una campaña para otra: luego de 24 años, el maíz llegó a las 50 millones de toneladas y superó a la producción de soja en la Argentina para convertirse en la más importante de todos los granos.

Jorge Bassi, presidente de Fertilizar Asociación Civil, explica las razones.

Se refirió a las mejoras en genética; a la tecnología en el manejo del cultivo a campo (léase fechas de siembra y densidad) y, finalmente, combinadas con una mejor nutrición.

En todos los casos, el aporte de nutrientes tiene un rol fundamental para seguir escalando en los rendimientos.

Jorge Bassi, presidente de Fertilizar Asociación Civil.

Para llegar a esta realidad, una fecha bisagra se produjo en el año 2015.

Tras corregirse aspectos relacionados con la comercialización del cultivo, la superficie de maíz de grano en nuestro país pasó de 4 millones de hectáreas a 6,3 M/H.

Este dato no es menor para explicar el fenómeno.

“El maíz se convierte en el grano más producido en un contexto internacional de precios medios, a bajos, gracias al trabajo hecho por el sector en estos años, que le permitió ganar productividad y estabilidad, adaptándose exitosamente a distintos ambientes”, asegura Bassi.

Ver: Con otro récord, se consolida el uso de la tecnología de fertilización en el país

Para el año 2014, la producción de soja en nuestro país era de 60,8 millones de toneladas; el maíz estaba en los 28,7 millones de toneladas.

La progresión fue notable, impensada por los actores involucrados en la cadena y más allá de la expectativa que siempre apuntó a un crecimiento.

Así nomás, la campaña 2019/2020 concluyó con una producción maicera de 50 millones de toneladas. Y la soja quedó en 49,6 M/T.

“El aumento de área para este período fue de un 60 %; y el incremento de la producción de un 75 %”, manifiesta.
“El mayor porcentaje en el aumento de la producción, por sobre la suba de superficie, indica que estamos produciendo más kilos de grano de maíz por hectárea. Y esto es mayor y mejor uso de las tecnologías”, dijo Bassi.

“Una mejor tecnología de insumos y de manejo permitieron aumentar los rendimientos y bajar los costos de producción por tonelada producida”, agrega.

De acuerdo con los datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en la región centro del país, específicamente en el sur de Córdoba y Santa Fe y norte de Buenos Aires y La Pampa, los rendimientos promedio aumentaron de 82,2 quintales por hectárea a 93,85 Q/H.

“La tendencia fue ganar 278 kilos por hectárea cada año. Esto, campaña tras campaña, posiciona cada vez mejor al maíz”, asegura.

Como la tecnología está directamente vinculada, Bassi enumeró la mejora en la genética de los híbridos, especialmente BT, que son variedades transgénicas para enfrentar el ataque de insectos.

“Esto abrió la ventana de siembra a los planteos tardíos, y de segunda, a los híbridos de mejor comportamiento ante el estrés hídrico y el mejor aporte de nutrientes”, explica el directivo de Fertilizar.

“La adaptación del maíz a distintos ambientes fue clave, ya que el cultivo se volvió competitivo porque logró aumentar rendimientos y estabilidad”, dice.

“Existen planteos para lograr maíces exitosos con 80.000 o de 40.000 plantas, según el ambiente y logrando objetivos de rentabilidad”, añade.

Otro factor de la mejora en la nutrición sucedió por un mayor aporte de nitrógeno (N) y por la práctica de la fertilización balanceada.

“Desde 2015, los productores fueron aumentando las dosis en más de 20 %. Así se pasó de 190 a 239 kilos por hectárea”, señala.
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Ahora, la pregunta es: ¿cuál es el límite potencial de la fertilización?

Desde la institución se iniciaron trabajos de sistematización en su red de ensayos.

En esos sitios se analizan distintas estrategias de nutrición partiendo de parcelas sin fertilización (“control”); parcelas con la fertilización actual (el uso frecuente de aplicación del productor); una fertilización “recomendada” y una aplicación que apunta a un rendimiento máximo.

“Sólo entre la aplicación ‘actual’ y el ‘control’ hay once puntos porcentuales de diferencia, pero la brecha de mejora todavía es de 22 %, o 1.700 kilos por hectárea en promedio, si lo comparamos con una estrategia que apunte a lograr altos rendimientos”, explica.

También dijo que, en caso de que los productores decidan intensificar su producción para alcanzar altos rendimientos, la inversión ha aumentado.

“Pero el repago es muy interesante: 200 dólares de ingreso extra por un costo de 130 dólares”, expresa.

“El retorno de esa inversión en fertilizantes nos da 53 %”, calcula.
La base del rendimiento

El ingeniero Bassi sostuvo que la fertilización balanceada es muy importante.

“Básicamente, debe partir de una estrategia clara y definida para los cuatro nutrientes principales; es decir, nitrógeno- N, fósforo –P-, azufre –S- y Zinc- Zn, en toda la Pampa Húmeda, más el agregado de potasio en la provincia de Entre Ríos”, agregó.

El directivo también comentó que el nitrógeno es la base del rendimiento de las gramíneas. “En maíz, el requerimiento es de 20-22 kilos de N por tonelada de grano”, asegura.

Pero advirtió: “Hay que hacer ajustes teniendo en cuenta el ambiente, el híbrido y la densidad de siembra. En dosis altas de N es importante la partición de la dosis ajustando según planteo, estado del cultivo y perspectivas (EUN)”.

La ecuación respecto del fósforo también se contempló.

“Los mayores rendimientos se dieron con estrategias de reposición de P (50-130 kilos por hectárea), con mejoras en los niveles de fósforo extractable en suelo (3,1 kg P = 1 ppm)”, sostiene.

La incorporación de azufre al manejo de la nutrición con dosis de 10 a 15 kilos por hectárea de S, en promedio, mejora el rinde en 715 kilos por hectárea, en ambientes de baja materia orgánica (MO) y niveles de sulfatos 0-20 menores a 10 ppm.

En cuanto al ZN hay una alta frecuencia de respuestas con mejoras en rendimientos de 600 kilos por hectárea de promedio con 1 ppm como referencia en el análisis de suelo.

El ingeniero Bassi recordó que el carbono es un elemento fundamental para los sistemas, pero que no se puede adicionar con fertilizantes. “Lo tenemos que lograr a través del manejo de las rotaciones y los rastrojos de las cosechas”, asegura.
“En los últimos años, la incorporación de gramíneas (para maíz y trigo) ha sido una buena noticia: el aporte de carbono aumentó prácticamente una tonelada por hectárea para la región bajo análisis”, asevera.

Bassi agregó que las gramíneas aumentaron su frecuencia en las rotaciones de 36 % a 62 %, mejorando un 6 % el aporte de carbono al suelo.

“Si logramos sostener estos manejos podría mejorar el balance de carbono del suelo y, de este modo, poner a la agricultura argentina en el camino de la sustentabilidad”, define Bassi.
La competencia con la soja

La recolección de maíz de la campaña 2019/2020, con destino grano comercial, culminó con una producción de 50 millones de toneladas, para apenas superar a la soja (por primera vez desde el ciclo 1996/1997), que recolectó 49,6 millones de toneladas.

De acuerdo con el Panorama Agrícola Semanal de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, sólo se produjeron pérdidas por 180.000 hectáreas en todo el país. El rinde medio nacional se ubicó en 81,7 quintales por hectárea, por debajo incluso del valor de la campaña previa: rinde campaña 2018/19: 83,1 Q/H.

Respecto de la actual campaña (2020/2021), durante los últimos días comenzó la incorporación de cuadros tardíos de maíz con destino a grano comercial.

Los mayores avances se relevaron en el centro del área agrícola, en lotes con buena humedad superficial producto de las lluvias registradas en el final de octubre.

A esta semana se logró sembrar el 35 % de la proyección para la campaña 2020/21 de 6,3 M/H. Esta superficie representa, en números absolutos, 200.000 hectáreas menos que las implantadas la campaña previa (2019/20: 6,5 M/H).

Las lluvias relevadas han permitido dar inicio a la siembra tardía de maíz en el centro del país. Se espera que se extienda hasta finales de enero venidero, junto con la siembra temprana de las regiones del NOA y NEA.

Sobre la provincia de Córdoba comenzó la siembra de planteos tardíos del cereal de verano. En las zonas oeste de Buenos Aires-norte de La Pampa, Cuenca del Salado y centro de Buenos Aires, los lotes mantienen una buena condición hídrica y de cultivo. Incluso, hacia el sur del área agrícola comenzaron a relevarse las primeras refertilizaciones
 

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