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El Cronista Comercial 01-12-2020 - EZEQUIEL M. CHABAY La primera conversación de los presidentes Alberto Fernández y Jaír Bolsonaro demoró mucho más de lo esperado para lo que es de esperar entre dos jefes de Estado cuyas sociedades están íntimamente integradas en materia política, social, económica y cultural. La urgencia los obligó a dejar los egos de lado y olvidar las mutuas descalificaciones (que en el caso del brasileño, continuaron hasta hace muy poco) para enfocarse en cómo detener el coronavirus en lo inmediato y, a mediano plazo, cómo hacer del Mercosur un instrumento que potencie a sus socios en un escenario desafiante como el de la pospandemia.
Si bien el 35° aniversario del relanzamiento de las relaciones bilaterales les dio un marco protocolar para apaciguar los ánimos, el inminente traspaso de conducción en la unión aduanera que integran Argentina y Brasil con Paraguay y Uruguay es lo que verdaderamente motivó a ambos mandatarios a tolerar el cara a cara. Y es que, tras seis meses de letargo en el bloque, Alberto Fernández quiere aprovechar la posta que le cederán el próximo 16 de diciembre para imprimir una agenda que trastoca los intereses del actual gobierno del Brasil.
Alberto volvió muy entusiasmado de su visita a Bolivia con ocasión de la toma de posesión del nuevo presidente constitucional de ese país, Luis Arce. Allí discutió junto con el exmandatario depuesto, Evo Morales, y el canciller Felipe Solá, su intención de ver a Bolivia como miembro pleno de la unión aduanera formalmente lanzada en 1991, como una suerte de encolumnar al flamante mandatario en el proyecto de reintegración latinoamericana que Fernández y otros alfiles de la política exterior del Gobierno pretenden reflotar tras la muerte que Macri propinó en su momento a la Unasur, como plataforma de concertación política y cooperación regional.
En efecto, Bolivia fue admitida al Mercosur en 2015 y desde entonces procedió a discutir internamente la adecuación del acervo normativo del bloque, sobre todo en lo que refiere a política comercial y aduanera. Entretanto, los países miembro deben ratificar la adhesión boliviana con respectivas leyes de sus parlamentos. Es en el Congreso del Brasil donde el asunto parece frenado. Más aún, Bolsonaro fue de los mandatarios regionales que más apoyo brindó al gobierno de facto de Jeanine Añez en el interregno entre Morales y su sucesor.
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Más aún, la imprevisibilidad y descontento que en muchas latitudes pone en debate los beneficios de la globalización han reafirmado al Gobierno en su propósito de mantener una política comercial "pragmática" y acaso tirar por la borda buena parte de la agenda de relacionamiento externo diseñada por Bolsonaro y Mauricio Macri en 2018, cuando celebraron el acuerdo Unión Europea - Mercosur, que aún no logra ponerse en marcha por trabas en el viejo continente.
Asesorado por el equipo económico de la Cancillería, Fernández estima conveniente poner el ojo en incrementar el comercio con socios regionales y países con los que la Argentina tiene ventajas comparativas. Para ello, el canciller y ministro encargado del comercio exterior, Felipe Solá, viene insistiendo con enfocar los esfuerzos en aumentar las exportaciones a Perú, Ecuador, Colombia y los países de América Central y el Caribe, además de atender el África subsahariana y Medio Oriente.
De la agenda heredada por Macri, el Gobierno ha aceptado cerrar las negociaciones en curso con Canadá, pero descarta avanzar a priori con Corea del Sur y Singapur, dos mercados de difícil competencia para la industria local. A eso se suma administrar la particular relación con los Estados Unidos y China, que siempre pretenden mayores cuotas de mercado y trato preferencial. |
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