Revista Puerto 22-10-2020 - Roberto Garrone Leandro Scampitelli tiene cuarenta años y está cumpliendo el sueño que amasó de chico, cuando laburaba en la pescadería familiar y escuchaba las historias de su abuelo pescador que llegó de Sorrento a principios del siglo pasado. El anhelo que lo desvelaba era tener un frigorífico para trabajar con pescado y poder exportar.

Hace diez años que su sueño toma forma en la esquina de Guanahani y Posadas de la ciudad de Mar del Plata, Lucrino Mare, un establecimiento de punta en blanco, todo azulejado, barandas de aluminio, donde hasta la más mínima pieza fue diseñada exclusivamente por Leandro en acero inoxidable.

“Trabajamos exclusivamente para mercado interno. Nuestro principal producto es el calamar, hecho vaina o anillas, lo entregamos embolsado en envases de medio kilo o de un cuarto, pero también hacemos langostino, filet de merluza y variado costero”, dice el industrial durante la visita guiada por el frigorífico.

El sector de reproceso funciona en un subsuelo donde un grupo de obreros va disponiendo merluza para el congelado en filetes individuales. En otro sector hay anillas de calamar en pleno proceso de glaseado a la espera de pasar por la línea de frío.

“El mercado interno está muy deprimido. En AMBA se siente mucho más que en el interior del país. Hay muchos restaurantes y hoteles que atendemos que no funcionan. Las ventas cayeron a la mitad. En cambio en las provincias la demanda ha caído un 30 por ciento. Por eso quiero apurar los trámites para comenzar a exportar el año que viene”, dice Scampitelli.

La abundancia de calamar que este año mostró la zafra les permitió hacer stock y regular el trabajo. “Compramos mayormente de la flota potera la vaina congelada a bordo que es más tierna. Este año compramos más de los fresqueros porque hubo mucha disponibilidad. Deben haber sido unas 180 toneladas de poteros y 250 de fresco”, precisa.

En la fábrica también asoman algunos cajones de langostino pelado y devenado. El guía aclara que habitualmente lo compra ya con ese nivel de reprocesamiento por una cuestión impositiva, aunque cuando no dispone de materia prima suele comprar langostino fresco y lo reprocesa. El producto termina igual que todos los otros: en bolsas de distinto peso.

“Mi sueño es producir. Yo no tengo casa, vivo en lo de mis suegros, para poner todo en esta fábrica. Ahora se extenderán para hacer una cámara frigorífica y poder congelar su propia materia prima. Hoy terceriza algunos servicios: el fileteado de merluza suele hacerlo en la Nueva Arhehpez y congela en Catesur. En Kaly Mar, un frigorífico próximo, mantiene el stock de calamar.

“Exportar anillas no es rentable porque el costo que tenemos es alto, pero podemos exportar vainas congeladas o tentáculos. Esperemos que la próxima temporada de calamar sea buena como para poder hacerlo”, se ilusiona Scampitelli.

En ese escenario hipotético, el empresario imagina tener que sumar más trabajadores para poder hacer frente al aumento de la producción. “Somos chicos, una empresa familiar. Acá esta mi viejo Eduardo, mis hermanos, Lisandro y Leonel; vamos dando pasos con cuidado pero siempre pensando en mejorar. Estamos orgullosos de lo que hemos hecho, de cómo está el frigorífico y creemos que podemos más”.

“Hemos registrado a los chicos que hacen el reparto. Está en los planes ir ordenando esto también. Te digo la verdad; si los hubiese tenido en blanco me hubiese fundido en los primeros meses de la pandemia cuando todo se había parado. Esperemos de a poco ir caminando sobre más firme y poder registrarlos bajo convenio”, reconoció el empresario.

Scampitelli monitorea las tareas en el subsuelo. Hay anillas de calamar en agua congelada dentro de grandes bachas a la espera del glaceado. A un costado los filetes de merluza ya acomodados en cunitas a la espera del congelado. Va y viene atento a todos los detalles.

“Somos un frigorífico chico y eso nos permite ser flexibles. Por ejemplo ahora que bajó la merluza compre un poco más para hacer stock. Llegó a estar 80 pesos más IVA y ahora bajó a 43 pesos más IVA. Siempre estamos viendo lo que conviene para seguir produciendo”, remarca en la despedida mientras se acomoda el barbijo, que, obviamente, lleva la marca de la empresa. “Amo este trabajo, en pocos lados soy más feliz que acá adentro”. Y hay que creerle.
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