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Trigo: la menor oferta ajustará el balance, pero sin desequilibrarlo
Cada día que pasa y que las lluvias no llegan o lo hacen muy a cuentagotas, las perspectivas empeoran. A principios de la campaña, las bolsas de Cereales de Buenos Aires y de Comercio de Rosario (BCR) proyectaban una cosecha de trigo de más de 20 mil ...
 

 
La Voz del Interior 19-10-2020 - Favio Ré Cada día que pasa y que las lluvias no llegan o lo hacen muy a cuentagotas, las perspectivas empeoran. A principios de la campaña, las bolsas de Cereales de Buenos Aires y de Comercio de Rosario (BCR) proyectaban una cosecha de trigo de más de 20 millones de toneladas.

Pero el clima no acompañó: entre la sequía que viene sufriendo el centro y el norte argentino y el impacto de heladas que dañaron muchos lotes, las perspectivas se acortaron hasta ubicarse en torno a los 17 millones de toneladas.

“Y no sabemos si es el último recorte que vamos a tener que hacer”, lamenta Emilce Terré, economista de la entidad rosarina.

El resultado es una oferta que sufrirá un fuerte ajuste: de acuerdo con la BCR, el stock final que quedaría de la campaña 2019/20 sería de 2,6 millones de toneladas, un millón de toneladas por debajo del promedio de los últimos cinco años. Significa una relación stock/consumo del 13 por ciento, una cifra que está a la mitad de la media del último lustro.

Si a esto se suman los casi 17 millones de toneladas del ciclo 2020/21, la oferta total no llegaría a los 20 millones de toneladas, el volumen más bajo en cinco temporadas.

El interrogante que surge es si esto provocará una puja entre los exportadores y los molinos que pueda poner en peligro el abastecimiento al mercado interno, tal como ocurrió en febrero pasado cuando el Gobierno llegó a advertir que no dudaría en intervenir si lo creía necesario.

“Un Estado que se sienta amenazado en la provisión del trigo, faltando nueve meses para el empalme de la cosecha, si tiene que intervenir, interviene”, dijo el subsecretario de Agricultura, Julián Echazarreta, durante la Fiesta del Trigo en Leones.

En el mercado tienen los peores recuerdos de las consecuencias que trajeron aquellas intervenciones lideradas por el exsecretario de Comercio, Guillermo Moreno, y por ahora no temen que el agua llegue al río. Tanto molinos como exportadores aseguran que las condiciones actuales difieren de las de un año atrás y que, pese a la restricción de la oferta, no debería haber problemas para que todos puedan cumplir sus compromisos.

Mercado interno

Hace 12 meses, Alberto Fernández había triunfado con holgura en las elecciones primarias y se encaminaba a ser el nuevo presidente de Argentina.

Los productores ya presagiaban que la gestión del Frente de Todos incrementaría las retenciones y por eso apuraron sus ventas a un ritmo inusual. En ese fenómeno también incidió el fuerte salto del dólar, que valorizó los granos.

Según un análisis de la corredora Zeni, a principios de octubre de 2019 los exportadores ya habían comprado 6,2 millones de toneladas de la cosecha 2019/20, 1,2 millones más que las que llevan adquiridas en la actualidad, del nuevo ciclo. Los molinos, en cambio, apenas habían comprado 94.500, un valor levemente por debajo de las casi 111.800 de hoy.

De acuerdo con la Bolsa de Rosario, “reina la cautela en los negocios con trigo nuevo: a la fecha las ventas declaradas al exterior del sector exportador suman 3,8 millones de toneladas, un 43 por ciento por detrás de los registros a la misma altura del año anterior”. De todos modos, esta cifra supera por un 35 por ciento el promedio de los últimos cinco años.

Para Gabriel Gastaldi, presidente de la Cámara de Industriales Molineros, cuando los productores apuran las ventas, los que sufren son los molinos que no tienen espalda financiera para comprar grandes volúmenes de manera anticipada.

“El problema es que no tenemos forma de calzar el negocio, porque de la única forma que podría comprar a futuro es vendiendo anticipadamente harina, algo que no existe en el mercado. Por eso la molinería compra a lo largo del año, y a medida que vende harina, vuelve a comprar”, explica Gastaldi.

Entre octubre de 2019 y febrero de 2020, los molinos la pasaron mal. Los productores se desprendieron de gran parte de la cosecha y los mayores compradores fueron los exportadores, lo que dejó a la molinería ante el riesgo de quedarse sin mercadería.

La ventaja en el nuevo ciclo comercial es que ese apuro por vender no está presente, sino todo lo contrario. “Al haber una brecha tan grande entre el dólar oficial y el paralelo, nadie quiere desprenderse de mercadería valuada en esa moneda para quedarse en pesos. Estira lo más que puede la comercialización y si vende, es sólo lo justo y necesario”, amplía el director de Gastaldi Hnos, con base en General Deheza.

Mercado externo

Por el lado de los exportadores, un ejecutivo de una de las principales multinacionales que opera en el país coincide en que el ritmo más lento de comercialización colaborará para que no haya una puja tan marcada como la que ocurrió a principios de 2020.

“La cautela también obedece a que, por la sequía y las heladas, muchos productores no se animan a comprometer ventas que no saben si van a poder cumplir. Va a ser una campaña no tan apurada como la del año pasado”, grafica.

Un aspecto a tener en cuenta es que los cinco millones de toneladas compradas por la exportación de manera anticipada ya permiten tener cubiertos los primeros embarques del próximo ciclo sin problemas.

A eso, según Emilce Terré, hay que agregar que los exportadores compraron más de 15 millones de toneladas de la cosecha 2019/20, de las que terminarán exportando entre 12 y 13 millones: la diferencia es un stock que “sobra” para sumar a los embarques de 2021.

En paralelo, hay un factor de mercado que también difiere con el año pasado: Australia, tras varias campañas con sequía, tendrá altos niveles de producción. Esto significa que los países del sudeste asiático, que en los últimos años se transformaron en los segundos compradores de Argentina por detrás de Brasil, volverán a estar abastecidos por ese país.

No obstante, para Terré, como la demanda interna de trigo es inelástica –con o sin crisis, el consumo está estabilizado en seis millones de toneladas–, será inevitable que haya un ajuste en el saldo exportable, que reduciría el comercio exterior a entre 10 y 11 millones de toneladas. Eso es una mala noticia para el Gobierno: significa menos ingreso de divisas y menos recaudación fiscal.
 

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