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La pesquería de langostino está cambiando
Las campañas de investigación que desde hace tres años se realizan de forma ininterrumpida han permitiendo observar modificaciones en el comportamiento del langostino, que los biólogos relacionan con cambios en el ecosistema.

Mencionan como ...
 

 
Revista Puerto 02-10-2020 - Karina Fernández Las campañas de investigación que desde hace tres años se realizan de forma ininterrumpida han permitiendo observar modificaciones en el comportamiento del langostino, que los biólogos relacionan con cambios en el ecosistema.

Mencionan como cambios destacables la comprobación del retraso en el inicio del período reproductivo; una menor reserva energética en las hembras para la reproducción y una mayor permanencia de los individuos en estadios de vulnerabilidad, que podría devenir en una mayor mortalidad natural. A esta situación se suma el aumento del esfuerzo pesquero que soporta la pesquería desde 2016.

Cuando se habla de esfuerzo pesquero no solo se tiene en cuenta el aumento de la cantidad de buques, sino también los días de trabajo, el tiempo de arrastre, el tipo de flota y la distribución espacial y temporal del esfuerzo. En la pesquería de langostino se incorporaron en los últimos cuatro años más de cien barcos fresqueros, que tienen otra modalidad de pesca más intensiva.

Los cambios observados en la pesquería plantean un nuevo escenario, que deberá hacer repensar la administración del recurso. Incluso Paula Moriondo Danovaro y Juan de la Garza han dicho en el último informe que es posible que deba modificarse el esquema habitual del manejo de la pesquería.

Los biólogos ya en 2017 comenzaron a llamar la atención sobre el aumento del número de barcos, pero el Consejo Federal Pesquero siguió aprobando irracional y hasta ilegalmente nuevas reformulaciones. Hoy el langostino disponible a la pesca podría resultar poco para tantos barcos.

Este año costó más encontrar el recurso, hubo menos disponible para la pesca porque, al existir un retraso en el crecimiento, los ejemplares no alcanzan el tamaño comercial y la cantidad de langostino que puede capturar la flota es menor. Los biólogos consideran que al igual que ocurrió en esta temporada, es probable que muchas zonas no puedan ser habilitadas a la pesca comercial, no por una baja en el número de individuos, sino por los tamaños del molusco.

Esto explica por qué en la campaña invernal no hubo diferencias en la abundancia del recurso y aclara también el hecho de haber encontrado una mayor proporción de juveniles de langostino, superior a la de los últimos tres años.

Ya se sabe que las temporadas comenzarán más tarde y que los espacios de pesca seguirán siendo reducidos para evitar la sobrepesca del crecimiento. En un razonamiento simplista podría pensarse en acompañar el crecimiento del langostino con la postergación del cierre de la temporada. Pero parece poco factible, dado que se verían comprometidos los procesos reproductivos de la merluza en octubre y del propio langostino en noviembre.

Este año además se observó otra particularidad, una mayor densidad de merluza en varias áreas que fueron prospectadas. Incluso a pesar de haberse llevado del 10 al 20 por ciento el límite de bycatch, las autoridades se vieron obligadas a mantener varios sectores cerrados por su alta presencia en las capturas.

La combinación de estas situaciones, el inicio tardío, espacios acotados y el cierre marcado por cuestiones biológicas, coloca al sector y a los administradores ante un nuevo escenario que requerirá de forma inmediata la puesta en marcha del postergado plan de manejo. Un plan que contemple tanto al langostino como a la merluza.
La política

Lamentablemente la mediocridad de la dirigencia política nos ha llevado a encontrarnos en esta situación, con cambios biológicos que afectan a las capturas de la flota y sin un plan de manejo, a pesar de haberse comprometido hace tres años a elaborarlo a la brevedad. Creen que un par de medidas son un plan, piensan chiquito.

El actual subsecretario de Pesca fue partícipe necesario y activo en la aprobación de las reformulaciones de permisos que multiplicaron los barcos en la pesquería, sin prever situaciones de bajos rendimientos. Y hoy está preocupado por acallar a la prensa, sin poner atención en el único trabajo realmente importante en el que debiera estar inmerso: Buscar la forma de desandar el aumento en la explotación pesquera y prever un escenario futuro que contemple las particularidades biológicas de las especies que debe administrar.

Intenta justificar una extensión de la temporada recurriendo a resoluciones políticas y no a la biología. Todos sabemos que los congeladores fueron los más perjudicados esta temporada, pescando un 53% menos que el año pasado, mientras que los fresqueros capturaron un 17% más; pero eso no debería habilitar que se ponga en riesgo otro recurso tan importante como el langostino.

Probablemente los congeladores deban perder este año, es algo que sabían que podía ocurrir. Cada reformulación que aumentaba el número de barcos se traducía en un competidor por el langostino que alguna vez podía escasear. Algunos lo vieron pero la mayoría prefirió adaptarse y seguir. Hoy comienzan a verse las consecuencias.

Tenemos en claro que el bycatch es descarte, quien diga lo contrario miente. Un país con dieciocho millones y medio de personas en la pobreza (40,9% de su población) no puede permitirse el lujo de tirar decenas de miles de toneladas de comida al mar. Mucho menos si ese bycatch tiene una importancia superlativa por conformar la fracción reproductora de una de las principales especies comerciales de la Argentina, la merluza Hubbsi.

Pero hay más motivos por los cuales la industria no puede darse ese lujo. Se está peleando por evitar que la designación de Áreas Marinas Protegidas avance sobre espacios de interés de la actividad pesquera; y adoptar medidas que vulneren los principios precautorios podría dejar al sector expuesto al avance de otras dependencias sobre espacios que no son administrados de forma responsable.

Por si fuera poco, además, no respetar los tiempos y espacios de los procesos reproductivos deja a la industria desarmada ante la industria petrolera, que avanza sin reparos en las exploraciones sísmicas. Si la pesca no respeta los límites biológicos mal podría exigírselos a otras industrias.

La situación es compleja y lamentablemente no parecemos disponer de funcionarios que puedan resolverlo. Se necesita un plan de manejo que integre medidas de índole biológica, económica, social y política, que permitiría tener reglas claras para todos los actores. Señores, no tienen un plan de manejo; es hora de que se pongan a trabajar.

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