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Revista Puerto 21-08-2020 - Roberto Garrone Como si al SOMU en Mar del Plata le hiciera falta algo más luego de los trece tiros que recibió la casa del prosecretario de la Seccional, Damián Basaill, y la licencia por stress que tomó el secretario Pablo Ochagavia, en la mañana de este miércoles un jubilado tomó las instalaciones del sindicato sobre la avenida Edison.
Miguel Tatar tiene 64 años y se jubiló como marinero con una discapacidad luego de ser apretado por un cabo en la nuca y perder buena parte del oído derecho mientras trabajaba a bordo del pesquero Sirius III que era de El Marisco y recientemente compró Pedro Baldino.
Para ocupar las instalaciones del SOMU solo tuvo que abrir la puerta de entrada y luego cerrarla. Hace siete años que trabaja en la Delegación, cuatro como monotributista, y tiene todas las llaves del gremio.
“Integré la comisión directiva durante cuarenta años. Los conozco a todos, desde Novero, que luego se abrió, el “Pelado” María, Salomón, Rubén Manno y ahora con Pablo (por Ochagavia). Yo respeté y respeto a todo el mundo y trabajé para todos sin nunca un problema; esta es mi casa. No me pueden despedir de mi casa”, dice Tatar, apoyado sobre el capó de un Peugeot 504, el auto donde pasó las últimas noches a modo de protesta para que alguien lo escuche.
Los días pasaron en absoluta indiferencia de parte de la conducción del SOMU por lo que en las últimas horas el marinero decidió avanzar un paso y tomar la Delegación.
Tatar cuenta que hace unos días fue notificado de que prescindían de sus servicios. “Adrián (Basaill) me dijo que no me necesitaban más. No quiero pensar que es por esta disputa que hubo en los últimos tiempos, pero creo que es por eso”, evalúa el jubilado.
Sobre sus tareas en el SOMU contó que era el “comodín”, la rueda de auxilio para el que necesitara algo. “Llevaba papeles, repartía juguetes para el Día del Niño, sidra para fin de año, mochilas en el inicio de clases, cocinaba para las despedidas de fin de año; no sé qué pasa que ahora me dejan en la calle”, se pregunta el viejo marinero. Su hija lo acompaña a pocos metros. Dentro del auto asoma “Ladi”, una caniche curiosa que tenía en brazos al momento de iniciar la charla con REVISTA PUERTO.
Cuando asumió la nueva conducción en el SOMU le aseguraron, según cuenta Tatar, que continuaría trabajando en la Delegación. “Nosotros a los viejos los cuidamos”, dice que le dijo Rubén Durdos a poco de asumir. “Ahora no dan la cara, he tratado de hablar con alguno pero nadie me atiende cuando yo siempre me porté bien, hice lo correcto, cumplí con mi trabajo”, asegura Tatar.
Efectivos de la Comisaría Tercera llegaron ayer a la sede sindical poco después de las nueve de la mañana y después de una prolongada conversación, Tatar depuso su actitud y liberó la dependencia. Lo trasladaron a la Comisaría Tercera, donde el marinero jubilado completó la denuncia contra sus exempleadores.
Ante la consulta de este medio, Damián Basaill reveló que Tatar prestaba servicio de seguridad y que como no estaba trabajando desde el inicio de la pandemia, el gremio decidió “cortar un gasto innecesario”. El dirigente reveló que la decisión se tomó en sede central.
“Necesito que me reincorporen. Me pagan 32 mil pesos de jubilación y no me alcanza para los gastos por la hipoacusia”, dice Miguel y muestra las secuelas en su cabeza, arriba del parietal derecho. “El SOMU es mi casa, toda la vida estuve acá”, insiste el jubilado y busca la mirada cómplice de su caniche. |
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