Revista Puerto 02-07-2020 - Guillermo Nahum Abundan fuentes y citas para graficar la crisis de la economía mundial provocada por la maldita pandemia y, como nunca antes en la historia, la información está al alcance aún de quien no quiera saberla. El más reciente informe de la World Economic Outlook simplemente se titula “Una crisis como ninguna otra”. Para el promedio de América Latina sus cálculos más conservadores auguran una caída similar a la de nuestro país del orden del 9,1%, donde Brasil caería al menos 9,4% y Méjico 10,5%, por citar solo dos ejemplos.

Según el nunca bien ponderado FMI la economía de los Estados Unidos se derrumbará un 8%, similar a la proyectada caída europea del 7,8% en Alemania, 12,8% en Italia y España, 12,5% en Francia y del 10,2% en el Reino Unido. El citado organismo asegura que los niveles de estándar de vida caerán en el 95% de los países este año: «Este progreso está en peligro por la crisis de Covid-19, con más del 90 por ciento de los mercados emergentes y las economías en desarrollo se proyecta que registrará un crecimiento negativo del ingreso per cápita en 2020» En criollo básico, casi todos seremos más pobres este año de lo que ya éramos.

Sin querer victimizarnos, los números proyectados para nuestro país son aún peores a los de la mayoría de los países de la tierra, nosotros ya venimos de crisis en crisis, esta pandemia nos agarra inmersos en una de ellas, no tenemos moneda, le debemos a cada santo una vela, arrastramos un proceso inflacionario galopante y navegamos a la deriva hacia tal vez la peor crisis económica y social de nuestra historia, con más del 50% de nuestros compatriotas sumergidos en la pobreza.

El INDEC acaba de difundir guarismos que certifican que abril, el primer mes completo de cuarentena evaluado, es el mes donde se registró la peor caída histórica interanual de la que se tenga registro. Nuestra capacidad de generar riqueza, como se define al PBI, retrocedió un 26,4% superando por mucho al de nuestra anterior gran crisis de diciembre de 2001 que fue de 16,9%.

En la crisis del año 1900 nuestra economía registró un descenso del 14,3% y a comienzos de la primera guerra mundial, en 1914, el PBI argentino cayó un 13,8%. Durante la crisis económica, social y devaluatoria del año 2002, el PBI per cápita de los argentinos se derrumbó un 11,8%. Tremendo recordar aquello para quienes tuvimos que enfrentarlo; bueno, si todo sale bien y al margen de las irreparables pérdidas humanas, la caída de nuestro PBI puede rondar entre el 13% y el 14% este año.

Abril también se fue con una caída en la industria del 34,4%; la contracción en el comercio alcanzó el 27% y la construcción se desplomó un 86,4%. Los hoteles y restaurantes fueron unos de los más afectados con una caída del 85,6%, transportes y comunicaciones 26,1%, inmobiliarias y empresas de remises 19,7% y las industrias extractivas como minería y petróleo se retrajeron 19%. Incluso el PBI del sector público, básicamente remuneraciones de empleados estatales, disminuyó un 12,9% en general y 10,6% en el rubro enseñanza.

Hay más, la propia OIT, Organización Internacional del Trabajo, tuvo que reconocer que la crisis desatada por el Covid-19 superó sus estimaciones más pesimistas. En su último informe, la organización certificó la pérdida de 400 millones de empleos de tiempo completo, que son aquellos trabajos sobre una base de 48 horas de trabajo semanales. Repito, se perdieron ya 400 millones de empleos de tiempo completo: ¡cuatrocientos millones! La peor parte de ese desastre se la llevan América con 18.3% y luego vienen Europa y Asia Central con 13,9%, Asia y Pacífico un 13,5%. Estados Árabes 13,2% y África un 12,1%. Estos son números, repito, de la OIT. El 93% de los trabajadores del mundo vive en países con cierres de empresas y en América es donde se da la peor situación.

¿Muchos números? Si, puede ser, hay muchísimos más de este tenor y más graves aún, sobre todo si nos adentrásemos en las estadísticas de pérdidas humanas por este maldito virus. ¿Qué tiene que ver esto con la pesca o la política pesquera? Mucho, muchísimo: si no entendemos esta tremenda realidad no podríamos abordar ningún tema actual. En este contexto es casi un milagro que la industria pesquera se mantenga en pie, renga y boqueando, pero en pie. Y solo en este contexto y porque en él se da, es que debemos abordar el enfrentamiento entre buques congeladores y el SOMU.

Los números han sido publicados hasta el hartazgo y todos más o menos sabemos que las ventas de langostino se desplomaron y mucho más aquél de los buques tangoneros congeladores. Prácticamente no hay ventas y las cámaras están cargaditas aquí y en el exterior. También sabemos que los precios están muy por debajo de lo estimado en el CCT que vincula a los marineros con la patronal, convenio que viene de mejores tiempos.

Muchas veces hemos publicado en este medio que consideramos que no hay dinero que pague con justicia el difícil trabajo que se realiza a bordo de esos buques. Sacrificado, sin horario, esforzado, bajo cualquier condición climática, durmiendo mal y poco, sucios, agotados, dejando durante meses a sus familias.

También sabemos de la inflación, la Obra Social que está en su peor momento, la dificultad de conseguir embarque para un relevo, la temporada de pesca cada vez más corta, menos recursos disponibles que otros años y el Estado voraz que se queda con gran parte del sueldo sin dar prácticamente nada a cambio. Bien, creo que todos sabemos cada palabra de estas. Y la pregunta es ¿qué hacemos?

Los empresarios aseguran que solo pueden pagar un 3 o 5 por ciento más que el año pasado y los marineros dicen que ni locos suben a los barcos en esas condiciones. Y ahí estamos estancados. El Gobierno dejó entrever esta semana a distintas cámaras empresarias y sindicatos que no están las condiciones para atender los innumerables reclamos que le llegan para discutir paritarias, que recompongan las pérdidas de poder adquisitivo, hasta tanto no se tenga un panorama más claro de la economía y se pueda reestructurar la deuda con los bonistas privados. ¿Alguien escuchó a algún sindicalista protestar o cortar rutas? La situación es esa, pero los muchachos no comen vidrio y varios de ellos han aceptado importantes reducciones salariales y suspensiones de personal con tal de no aumentar la sangría de despidos.

En este contexto ¿puede los 2800 o 3000 marineros de los 100 tangoneros congeladores, perderse la temporada de langostino de cuatro meses que les permite vivir muy dignamente todo el año? ¿Tienen los trabajadores la tranquilidad económica para bancarse un año más sin trabajar, como seguramente tienen sus dirigentes y la mayoría de los empresarios? No creo, sinceramente da la sensación de que la jerarquía de quienes llevan adelante esta negociación deberá evaluarse por su capacidad de llegar a un acuerdo, en el que seguramente habrá que dejar para mejor ocasión la liberación de alguna que otra batalla hoy perdida de antemano y que no vale la pena dar cuando está en juego el trabajo de tantas familias que tienen su sustento en esta noble actividad. No parece el mejor momento.

El empresario tiene razón en que no hay ventas, el precio es el más bajo de la historia y los costos son de quebranto. Los marineros también tienen razón en reclamar por sus derechos adquiridos y la pérdida de su poder adquisitivo. Pero si ambas partes no ceden un poco y se sientan a la mesa de negociación con ánimo de no levantarse hasta llegar a un acuerdo, ambas partes saldrán muy perjudicadas. A nadie le sirven los barcos en muelles, las persianas bajas y empresas en convocatorias de acreedores, procesos de quiebra o simplemente extinguidas. Y de nada le serviría al gremio una victoria a lo Pirro, con un CCT que logre todas las reivindicaciones pretendidas, y miles de trabajadores que perdieron sus empleos.