Revista Puerto 23-04-2020 - Nelson Saldivia Desde la noche del 31 de marzo, cuando fue publicado el Decreto de Necesidad y Urgencia, rige en el país la prohibición, por un período de 60 días, de despidos sin justa causa y por las causales de falta o disminución de trabajo y fuerza mayor, como así también las suspensiones por las causales de fuerza mayor o falta o disminución de trabajo.

La medida se adoptó a partir de la determinación de algunos empleadores de cesantear trabajadores por la situación económica provocada por la expansión del coronavirus.

Pero la crudeza que la realidad impone llevó a que la “Cámara Empresaria Pesquera del Golfo San Jorge” que nuclea a las plantas de procesamiento de pescado de Comodoro Rivadavia comunicara oficialmente a la Secretaría de Trabajo de Chubut que desde este lunes resolvían en forma conjunta “suspender la actividad de procesamiento” en sus establecimientos, “sin el pago de salarios al personal por ser insostenible la producción, sin demanda y con precios deprimidos”.

En una abierta disputa con el STIA sostienen que la actividad industrial de procesamiento de merluza, en las condiciones y exigencias de reducción de turnos en base a los protocolos sanitarios por la emergencia, se torna “inviable”.

“El protocolo sanitario que se estableció para el ingreso en las plantas genera un retraso en nuestra actividad porque debemos contar con enfermeros para controlar la temperatura a fin de evitar perjuicios posteriores a nuestras empresas”, plantearon las pesqueras de Comodoro Rivadavia.

En esta línea, y al anunciar el cese de actividades y el no pago de salarios, exponen que la separación del personal de fileteros “nos deja en una situación de merma en la producción con turnos acotados, nos lleva a que sea impracticable y/o deficitario para realizar las tareas habituales. Esta recomendación de la OMS nos lleva a tener cuidados extremos y delicados que nos comprometen con la forma y la costumbre de nuestro personal que no tiene dichos hábitos”, expusieron entre argumentos para la abrupta medida.

Asimismo, las pesqueras agrupadas en la Cámara Empresaria del Golfo San Jorge explican que “el protocolo sanitario genera un costo adicional en la actividad y que las demoras en el ingreso del personal, lleva a que la separación de los fileteros alcance las cuatro horas en grupos. Con esta modalidad de rotación no tienen estímulos y hay un desgano para trabajar”, plantean sobre la alteración del esquema productivo.

Es en este marco que ponen como ejemplo que “el filete de merluza que se produciría en ocho horas, no genera el trabajo para cubrir las necesidades mínimas. Esta situación de turnos acotados o reducidos debido al protocolo sanitario lleva a las empresas a un estado de desequilibrio y a la organización del establecimiento, superándose los costos y haciendo la situación insostenible ya que el personal de mano de obra indirecta (administración, serenos, maquinistas, limpieza, etc.) se encuentra trabajando al 100 por ciento con una producción al 50 por ciento”, le expusieron a la autoridad laboral al comunicar la suspensión de la producción.

Con todo, otras actividades han amagado con imponer como regla las reducciones salariales para mantener los empleos. La UOM, primero, y el Sindicato de Empleados de Comercio, después, exploraron acuerdos marco que regulen las suspensiones masivas con recortes salariales.

En tanto, este lunes se publicó el decreto presidencial que dispuso un “salario complementario” de cuyo pago se hará cargo el Estado, y que consistirá en una suma abonada por la ANSES para todos o parte de los trabajadores/as en relación de dependencia cuyos empleadores cumplan con una serie de requisitos. Un paliativo con múltiples exigencias para su instrumentación.

Pesqueras de distinto tamaño, en cuanto a facturación y cantidad de personal estable, pero principalmente las PyMEs, continúan, en el mejor de los casos, analizando solicitar Procedimientos Preventivos de Crisis (PPC) para el día después de la cuarentena.

Hoy, las relaciones laborales son una olla a presión que hace avizorar un delicado escenario, en el que la mentada “paz social” se verá inexorablemente resquebrajada.
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