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Revista Puerto 04-02-2020 - Roberto Garrone “Lo conocés?, ¿no le decís que nos haga subir?”, me pregunta y pide un hombre de campera azul, gorra negra, mochila al hombro y mate en mano, debajo de los elevadores del muelle 3. El Millennium está amarrado en la sección 13 y entre los muchos trabajadores que cruzo mientras tomo algunas notas de la primera descarga de la temporada, intercambio algunas palabras con Pablo Ochagavia, el secretario General del SOMU en Mar del Plata.
Ese breve contacto generó inmediatamente la pregunta de Leandro Duete y la siguiente historia. Leandro es uno de los tantos marineros correntinos que se vino a vivir a Mar del Plata en busca de trabajo.
En el muelle reparte charla, tiempo y algunos mates con Fabrizio Meister, Daniel Giménez y Gonzalo Margos. Con ellos también comparte la pensión donde viven mientras aguardan que les salga un viaje.
“Yo era más gordito… estamos a mates y bizcochos”, se ríe de la situación cuando posan para la foto. “Estamos acá desde noviembre pero no conseguimos nada. No conocemos a ningún armador tampoco y acá si no tenés un conocido o un contacto es muy difícil embarcarse”, agrega el marinero.
Duete no ha embarcado nunca desde que obtuvo su libreta de marinero. Su amigo Fabrizio es el único que tiene experiencia. “Me bajé de un cajonero en octubre en Madryn, me fui a pasar el Día de la Madre a Corrientes y luego me vine para acá pensando que sería más fácil, pero es muy difícil; hay muchos compañeros en la misma que nosotros”, cuenta.
De su paso por la Patagonia revela que de los cinco viajes que hizo, en cuatro las capturas no fueron buenas. “Me pagaron 12 mil pesos en uno y 6 mil en otro donde no pescamos casi nada”, revela.
Daniel Giménez tiene la piel bronceada de sumar horas en los muelles esperando viajes. Buzo gris, mochila al hombro, tiene los mismos deseos que sus compañeros. Poder embarcarse por primera vez. “Acá se bajaron 6 marineros del Millennium pero los puestos se cubrieron enseguida. Hoy a la mañana hubo bronca porque hay mucha necesidad de conseguir viaje”, sostiene.
Margos parece el más tímido de los cuatro. Mira con curiosidad todos los movimientos de la descarga e intenta descubrir algún guiño desde arriba del barco que le permita poder subir. “Aquellos de allá son marineros, los de más acá, esos también esperan viaje. Los que veas de mochila, todos como nosotros, están acá desde temprano con la esperanza de poder subir”, subraya.
El mate de Duete ya está lavado pero cada tanto reparte alguno más, como si solo se tratara de repetir movimientos para que pase el tiempo. Y el tiempo debajo de los elevadores parece eterno. El dirigente del SOMU va, viene y se vuelve a ir. Habla con unos, con otros más allá, saluda al de más acá que le dice algo y él asiente con la cabeza.
“Los poteros son una buena chance. La marea no es tan larga como en un buque factoría y se puede hacer una diferencia”, dice uno de los marineros aspirantes. “Esta empresa tiene otro, creo que descarga la semana que viene. Acá estaremos. Ojalá alguno pueda subir”, se esperanza Giménez.
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