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Una propuesta al ministro de Economía para pagar la deuda con el campo
Quería simplemente desear un Feliz Año Nuevo y hacerla bien cortita. No es cuestión de seguir estirando el 2019. Que se vaya y chau.

Pero se me cruzó Martín Guzmán, el flamante ministro de Economía, cuando invitó a que le tiremos ideas para ...
 
 
Clarín 02-01-2020 - Héctor Huergo

Héctor Huergo
Quería simplemente desear un Feliz Año Nuevo y hacerla bien cortita. No es cuestión de seguir estirando el 2019. Que se vaya y chau.

Pero se me cruzó Martín Guzmán, el flamante ministro de Economía, cuando invitó a que le tiremos ideas para afrontar la deuda. Sé que la convocatoria se limita a expertos y consultores en finanzas, así que no doy la categoría. Sin embargo, José Larralde me enseñó que pidiendo permiso se puede decir cualquier cosa.
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“Permiso dije al dentrar, y al permiso me lo han dau. RIspeto al que me ha invitau y agradezco su amistad y aura que voy a cantar, ya que el turno me ha tocau quiero dejar aclarau pa que no hallan resquemores mis versos son mis dolores en 6 cuerdas enredau”
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Así que me le animo, Martín. Usted ya debe haber recibido mi mail a la dirección que indicó. Pero me debo a mi público, así que voy a revelar la idea que pergeñé y peloteé con algún amigo. Les pareció rara, pero no tan descabellada. Aquí voy: Para pagar la deuda hace falta un flujo de exportaciones. Este es mi punto fuerte: soy comunicador en temas agropecuarios desde hace medio siglo. Desde las páginas de Clarín Rural hemos acompañado la Segunda Revolución de las Pampas. Algunos nos han honrado diciendo que hemos sido también protagonistas, contribuyendo con información e ideas a una epopeya de cambio tecnológico y organizacional que se expresa en logros tangibles. Pasamos de 45 millones de toneladas de granos a mediados de los 90, a las casi 150 millones de esta última campaña.

Sí, triplicamos en volumen. Pero quintuplicamos en valor, porque ahora un tercio de todo es soja, que además sale convertida en derivados industriales estratégicos: harina, aceite y biodiesel. Y prácticamente todo el crecimiento se convirtió en divisas.

No fue magia. Todo lo contrario, porque además se hizo sin plan alguno. O, más bien, padeciendo el único plan consistente: ir sistemáticamente a capturar el excedente que generaba el cluster agroindustrial más competitivo del planeta.

Enormes inversiones corriente arriba y corriente abajo. Desde semillas, fertilizantes y maquinaria, hasta el acopio y los puertos con sus plantas de crushing. En el medio, el silobolsa, los camiones, los neumáticos, las gomerías. Parques industriales en el interior que --como decía Atahualpa, quien también pedía permiso— crecieron sin hacer barullo, apretados contra los yuyos y así aguantando el pampero.

Encima, había mercado. Y hay. El mundo está difícil, es muy competitivo y nadie regala nada. Pero en esta selva, la agroindustria se abrió camino a machetazos. Y hoy exporta a más de cien países que saben que cuando salimos al mercado, no hay con qué darle a estas Pampas. El 60% de las divisas vienen de esta actividad. Hechos: ayer, los exportadores de granos informaron que la liquidación de divisas en el 2019 que se va fue de casi 24.000 millones de dólares.
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Y la demanda seguirá creciendo. Estamos sumando mercados y productos. El revival de la carne vacuna, que este año sorprendió con 3.000 millones de dólares que triplican lo que se esperaba hace un par de años… Bueno, basta de considerandos y vamos a la propuesta que le mandé a Martín Guzmán.

1.- Reducir sustancialmente las retenciones. Es esencial para que el proceso recupere dinamismo. Sin ellas, la agroindustria vuela. Podría dejarse ese 3% que siempre tuvo el poroto de soja, el trigo y el maíz, pero llevar a cero las de los derivados industriales. Esto revierte con creces en la producción, porque los exportadores “se matan” por un camión de granos y terminan largando el diferencial al mercado.

2.- Sustituir la recaudación por retenciones, por un sistema que denomino “Derecho a Producir” y operaría como un ahorro forzoso. El Estado entrega bonos por el monto pagado por este Derecho a Producir (sic). Ese bono pagaría un interés mínimo y puede emitirse a diez, veinte o treinta años.

Le pongo números: 400 millones de dólares por mes, fijos e inamovibles, y no se estiran. Son 5.000 millones de dólares por año. Como la producción crecerá un 10% por año, el efecto de este derecho caerá a la mitad en menos de una década. Y así quedaría en un monto muy cercano al impuesto a las ganancias, ese 35% que implica justicia tributaria o igualdad ante la ley.

3.- Con la masa de recursos generada, se crea un fondo que se deposita mes a mes en una entidad financiera del exterior. El único destino de este fondo será cancelar la deuda con el FMI, 50 mil millones de dólares en diez años. ¿Le gustará la idea a Kirstalina? Yo diría que pior es nada. La deuda con el FMI es solo una parte, pero un arreglo tendría enorme impacto en toda la macro.

4.- Así, el productor cobraría un 80 % en efectivo, y un 20% en bonos. Esos bonos podrían destinarse al pago de otros impuestos, como por ejemplo el IVA del fertilizante. Los fabricantes e importadores de abonos los recibirían y podrían pagar el IVA de sus importaciones.

A Luis Basterra, el ministro de Agricultura que peleó bastante por bajar el costo fiscal de los fertilizantes, esto debería interesarle. Pero además se podrían pagar parte de las inversiones en bienes de capital, ya sea en equipamiento como en instalaciones para agregado de valor. Todos los productores quieren invertir en criaderos de cerdos, tambos robotizados en confinamiento, plantas de biocombustibles, feedlots con manejo de efluentes. Equipos de riego, forestación, diversificación de cultivos, y todas las posibilidades que da el inagotable manantial de la bioeconomía.
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“No alcanza”, dirá algún intelectual que abreva en los manuales del siglo pasado. Pero los chinos dicen que un camino de mil millas se inicia con un primer paso. Esto no es mejor que Vaca Muerta, que la mega minería a cielo abierto, o la microminería a cielo cerrado. Simplemente, es un modelo probado.

¿Y si probamos de nuevo? Remato junto a Larralde: He tranqueu muchos caminos buscando el menos poseáu, Pero al fin he comprobau que el mio tiene un destino soy demasiau argentino pa que me vengan con cuento mi pampa la llevo adentro y he llevarla hasta que muera seré orcón de una cumbrera de patria y hombres contentos.
 

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