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Revista Puerto 03-09-2019 - Roberto Garrone Luego de la desaparición de Marcelo Riffel nada fue lo mismo para los obreros que trabajaban en Marea Exportaciones, una planta ubicada en la zona portuaria marplatense.
Desde aquel verano de 2014 cuando el empresario se fue y dejó en la calle a más de 70 personas pocas cosas han cambiado, sobre todo la incertidumbre.
Un grupo de obreros decidió continuar la producción bajo el modelo de la autogestión aunque siempre se mantuvieron los problemas de habilitación y con la provisión del suministro de agua y electricidad, en condiciones de trabajo paupérrimas.
Cinco años después la situación no ha variado, salvo la nómina de personas vinculadas al emprendimiento y los nombres de quienes los dirigen. Ya no está Claudio Camezzana sino que todas las decisiones de la empresa “recuperada” las toma Emir Faisal. Él es el destinatario de todos los reclamos de una docena de obreros que sufren la falta de actividad.
“Nos estamos cagando de hambre. No aguantamos más; si no nos dan pescado que nos den un garantizado”, dijo uno de los obreros. En el grupo esperaban poder reunirse con Cristina Ledesma a quien le pedirán que intervenga a ver si puede revertirse la situación.
No sería la primera vez que el gremio se involucra en esta relación tirante que viene desde hace mucho tiempo. En 2016 un grupo de trabajadores denunció a los líderes del emprendimiento por maltrato psicológico, verbal y hasta físico, según contaron Natalia Cardozo y Adrián Gauna, excompañeros de mesa de los nuevos jefes.
Ahora los obreros dicen estar cansados de las excusas de Faisal y alertaron sobre las malas condiciones en las que deben trabajar. Cuando no son los problemas de luz, vuelven a cortar el agua. Y cuando hay cien cajones de pescado, Emir convoca a changas para completar la tarea.
Por temor a las represalias de Faisal todos prefieren mantenerse en el anonimato. “Les pedimos trabajo, que si no es merluza que sea langostino pero se nos ríe en la cara, no entiende la difícil situación que estamos pasando”, contó otro trabajador.
En el gremio sabían de la tensión que se vivía en la planta y trabajan para que los obreros al menos puedan cobrar un subsidio mientras intentan que la calma vuelva a la planta. Algo que falta desde aquel verano de 2014.
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