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¿Por qué hay que usar el agua de las napas en los años secos y reducir la carga en los húmedos?
“Cuando vemos la napa freática cercana a la superficie, se requieren ensamblar agroecosistemas de alta productividad y con características que permitan aprovechar sus oportunidades y evitar los problemas que puede traer. El diseño de esas estrategias ...
 

 
La Nueva Provincia 15-07-2019 - Guillermo D. Rueda “Cuando vemos la napa freática cercana a la superficie, se requieren ensamblar agroecosistemas de alta productividad y con características que permitan aprovechar sus oportunidades y evitar los problemas que puede traer. El diseño de esas estrategias adaptativas es, sin dudas, una de las tareas más importantes del armado productivo de una empresa”.

Lo dijo el ingeniero agrónomo M.Sc. Jorge Mercau, de la AER del INTA San Luis e integrante del Grupo de Estudios Ambientales (GEA-IMASL-UNSL), acerca del acercamiento de las napas en vastas superficies de los principales sistemas productivos del país.

“Es una de las oportunidades más importantes para aumentar los niveles de producción pero, a la vez, es una de las amenazas más importantes para el patrimonio y la infraestructura, cuando se transforma en inundaciones y en salinización de los campos”, agregó.

Jorge Mercau, de la AER del INTA San Luis. / El Diario de la República.

“Incluso, en algunas zonas con algo más de pendiente, este acercamiento de la napa da lugar a fenómenos de colapsos que llevan a la aparición de nuevos ríos”, indicó Mercau, en un informe de S4, la empresa argentina de tecnología aplicada al agro.

Mercau ha insistido en que, para evitar los problemas y aprovechar la oportunidad, es importante utilizar el agua de la napa en los años secos y reducir su recarga en años húmedos.

“En ambos casos, utilizar el agua aumentando la transpiración lleva a aumentos proporcionales de la producción de grano y/o biomasa”, dijo.

“En ambientes donde las variaciones de nivel de la napa freática son bajas, por una elevada proporción de poros grandes en el suelo, y donde no alcanza altos valores de salinidad, es factible aprovechar el agua y cercanía de la napa mediante una intensificación adaptativa de la agricultura”, explicó.

“Siembras más tempranas, dobles cultivos de grano o servicios, y relevos más rápidos y tempranos entre los mismos, permiten aumentar el consumo entre 100 y 200 milímetros por sobre un único cultivo más tardío, y, con decisiones adaptativas que manejen los riesgos de sequías y excesos, armar planteos que mantengan un nivel de napa freática fluctuando entre 1,5 y 3,5 metros”, aseguró.

También dijo Mercau que en las zonas más húmedas será necesario una estrategia más agresiva que involucre adaptativamente, en tiempo y espacio, a las pasturas perennes, especialmente en las partes más bajas del paisaje.

“La situación es más compleja en los ambientes donde la salinización es más probable, especialmente si las variaciones de nivel de napa freática son altas, por una baja proporción de poros grandes en el suelo”, sostuvo.

“Esa es la situación que estamos detectando en la región chaqueña, donde el cambio de uso es más contrastante, y donde el desafío de mantener esa napa suficientemente lejos requiere de una mayor ingeniería del sistema de producción y, junto a otros argumentos, refuerza la necesidad de reducir drásticamente el reemplazo de bosques por sistemas agrícolas con cultivos anuales”, manifestó.

Uno de los mayores debates es saber si el aumento de las napas se da sólo por mayores lluvias o si influye el cambio en el uso y la cobertura del suelo.

“En los últimos 50 años, en gran parte de las llanuras pampeana y chaqueña las lluvias muestran una importante variabilidad interanual. Sin embargo, si bien en algunas zonas hubo períodos de varios años más húmedos o más secos, no hay, en ese período, una tendencia clara”, indicó Mercau.

“En cambio, hubo un claro cambio del uso de la tierra. El crecimiento del área agrícola, en detrimento de superficies ocupadas por pasturas, pastizales y bosques naturales, es el cambio más claro y contundente en la hidrología de ambas llanuras”, aseveró.

“A diferencia de los cultivos anuales, las coberturas perennes tienen mayor capacidad de consumir agua a través de la evapotranspiración —pasando de 600-800 milímetros a 900-1.200 mm— y evitar excesos, pero además poseen raíces más profundas, especialmente los árboles, que les permiten utilizar en años secos el exceso de años húmedos anteriores, pasando de una exploración de 2 metros a una de 4 a 10 metros o más”, manifestó.

Mercau también dijo que, dentro de la agricultura, la reducción de dobles cultivos por cuestiones económicas, y la atinada búsqueda de la reducción del riesgo de sequía, a través del atraso de las fechas de siembra, especialmente en maíz, reducen aún más la capacidad de evapotranspirar de los sistemas productivos, y aumentan la frecuencia de excesos hídricos que recargan la napa freática.

“En las llanuras, esa recarga ha llevado a un inexorable acercamiento a la superficie”, añadió.
El suelo y la cobertura

Según el ingeniero agrónomo Carlos Di Bella, especialista en agrometeorología, en muchas llanuras argentinas se registran importantes modificaciones en lluvias interanuales.
 

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