Diario de Cuyo 21-05-2019 - Hugo Carmona Torres ¿Por qué hay viticultores que están comprando tierras a altas latitudes, donde al día de hoy es imposible cultivar uvas? ¿Desaparecerán zonas históricas de vendimia y aparecerán nuevos entornos para la producción de vinos? ¿Puede ser la uva un indicador del cambio climático? Estas preguntas están en la mayoría de los portales que hablan sobre el impacto de la vitivinicultura mundial.

El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ha pronosticado cambios principalmente en las temperaturas, precipitaciones y eventos extremos. Ya se han detectado durante el siglo XX aumentos en la temperatura de la superficie del globo terrestre de 0,6ºC y 0,2ºC. La fisiología, productividad y ciclo fenológico de las plantas depende de las condiciones climáticas.

Un reciente estudio en Argentina analizó las series meteorológicas de 50 años, en tres oasis productivos de Mendoza, a través de índices climáticos y ecológicos y se concluyó que en la zona Norte (Lavalle, Las Heras) y Sur (San Rafael, General Alvear), el número de índices climáticos y ecológicos que presentaron cambios fueron menores que en la zona San Martín, Santa Rosa, La Paz.

Por cada grado Celsius que sube la temperatura la vendimia se adelanta alrededor de una semana.

Conocer los cambios climáticos ocurridos a nivel local, su magnitud en los últimos 50 años y su tendencia permitirá evaluar sus posibles impactos en la fisiología vitícola, modificación de la fenología, acumulación de azúcares y compuestos fenólicos (antocianinas, taninos) como también elaborar nuevos estudios y estrategias para mitigar los efectos negativos.

Los investigadores señalan que por cada grado Celsius que sube la temperatura media la vendimia se adelanta alrededor de una semana.

Hay ejemplos donde las cosechas se han anticipado casi un mes respecto a hace veinticinco años.

Los inviernos son más secos y producen heladas tardías que afectan seriamente a las vides.

Hoy hay zonas frías donde antes era impensable plantar viñedos o se producían vinos de poca calidad y están empezando a ser cultivables para vinos de mayor graduación y una calidad excelente. Tal es el caso de Noruega, Dinamarca o el Reino Unido, que son tres ejemplos de países donde la producción del vino crece ya a un ritmo superior al 40% anual. Reino Unido ha pasado de tener 200 hectáreas de viñedo a comienzos del año 2000 a casi 3.000 hectáreas a día de hoy.

También se sabe que el calentamiento global traería consigo una menor incidencia de las enfermedades producidas por hongos. Algo lógico, si tenemos en cuenta que esta plaga aparece cuando frío y humedad se alían. Y, aunque pudiera parecer una buena noticia, no es tanto: si bien los hongos desaparecerían, no lo harían otras plagas que afectan al viñedo. Es más: se pronostica que podrían aparecer otras nuevas plagas y enfermedades graves.

También que las bodegas que permanezcan en las latitudes tradicionales se verían obligadas a cultivar variedades de uva más adaptadas a la sequía, de ciclo vegetativo más largo y que, por tanto, presentarían una maduración más tardía.

También habrá un desplazamiento hacia la costa atlántica en busca del efecto térmico.

Para mitigar el efecto del clima hoy en Europa 170 bodegas intentan a través de un proyecto financiado promover una producción sostenible adelantándose a la escasez de agua aplicando una gestión inteligente del riego, en función de la variedad de la uva cultivada, del objetivo enológico y de la zona geográfica en la que se encuentra cada viñedo..

El cambio de concepto de la botella es otro factor, ya que se intenta reducir el peso del vidrio. Fabricar el vidrio necesita de un gasto enorme de energía. Además, suele elaborarse muy lejos de las bodegas.

Valery Laramee , en su columna reciente sobre Vinexpo, publicó en el diario francés Journal de Lenvironnment, que si bien los efectos del cambio climático en la producción de vino están bien establecidos, los vinos producidos son menos atractivos para la próxima generación. Una nueva razón para adaptarse.

La plaga de los hongos que afectan las vides aparece cuando el frío y la humedad se alían.

En Vinexpo,la Feria Internacional del Vino, que se celebró en Burdeos hasta el 16 de mayo, los enólogos y los gerentes de casas comerciales subrayan, unánimemente, la realidad de las consecuencias del cambio climático en sus producciones. Con el aumento de las temperaturas durante la temporada de crecimiento (hasta más de 3º C en un siglo en Champagne), los ciclos fenológicos se interrumpen. La clave son las plantas más expuestas a las heladas de primavera y las bayas llenas de azúcar antes de la cosecha, cuyas fechas avanzan constantemente.

Más azúcar le dará más alcohol en el vino. Desde la década de 1970, los vinos de Châteauneuf-du-Pape han visto aumentar su concentración alcohólica, en promedio, de 12.5º C a más de 14º C en la actualidad. Como resultado, los vinos de "cambio climático" son más alcohólicos, menos ácidos que sus mayores. Su color está cambiando. Su capacidad para pasar largos años en la bodega disminuye.

Hay regiones donde la industria del vino es un problema social: millones de personas trabajan en viñedos y vinos en el mundo.

En España, los productores poderosos, como la Bodega Torres, no dudan en plantar a una altura (a veces más de 1.200 metros) para que las vides recuperen el frescor perdido en la llanura. Con varios miles de variedades, la vid ofrece una tremenda biodiversidad en la que los enólogos podrían encontrar respuestas a las preguntas planteadas por el calentamiento.

En definitiva, hay que manejarse con prudencia y las investigaciones con conclusiones demostrables nos indicaran el camino.