Clarín 18-03-2019 - Héctor Huergo

Héctor Huergo Don Eduardo Olivera, un ingeniero agrónomo recibido en Grillon (Francia), a mediados del siglo XIX, visitaba todos los años el Royal Show de Birmingham. En una carta a su padre, relatando la muestra de 1865, le contaba cómo era el “arado de vapor”. Por la descripción, era una caldera que generaba vapor y la transmitía a las ruedas de hierro. Estaba asistiendo a la era del tractor, que sustituía la tracción animal (caballos o bueyes) por la mecánica, a través del gran invento de la máquina de vapor.

En su apasionado relato, don Eduardo meditaba sobre las ventajas de la vida en las ciudades, donde la innovación brotaba a borbotones. Era la Inglaterra de Dickens, la revolución industrial que llevaba sus beneficios al campo. Y los exhibía en una muestra dinámica, con demostraciones de equipos inéditos, a la vista de los farmers. La industria y el campo, juntos en la epopeya de llevar progreso a la producción de alimentos.
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Recordaba esta carta ayer, al salir de Expoagro. En esos años, estas pampas eran un desierto, el país pugnaba por organizarse, haciendo sus pininos después de años de desencuentros. Había un leit motiv: estas pampas podían albergar el sueño de incorporar la innovación y convertirse en un gran proveedor mundial de alimentos.

Lo hicimos. En cuarenta años la Argentina se convirtió en granero del mundo.

Enormes inversiones en infraestructura para hacer los ferrocarriles, los puertos, los frigoríficos, las malterías, los molinos. Llegaron los toros mejoradores y las semillas italianas, francesas, inglesas y alemanas.
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El propio Olivera fundó la Sociedad Rural Argentina, con un grupo de pioneros, y el Instituto Fitotécnico de Santa Catalina, primer centro de genética vegetal, donde hoy está la Facultad de Agronomía de Lomas de Zamora.

Hoy la Argentina está en crisis. Pero Expoagro demuestra que hay un sector que tiene ganas de ayudar a superarla. Más de 500 empresas exhibiendo sus creaciones, con una avalancha de novedades en todos los rubros: siembra, cosecha, protección de cultivos. Muchas en las que la Argentina está en la vanguardia. Otras que vienen de afuera. Y muy poca brecha tecnológica entre los países desarrollados y la oferta disponible en la Argentina.

Entonces, uno sale de la muestra con la sensación de que hay dos países. Uno que anida en los grandes centros urbanos y se revuelve en la ciénaga de la crisis. Otro, que quiere abstraerse de las dificultades, sin olvidar que las padece, pero que busca la forma de huir hacia adelante.
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Ayer, estuvo el Presidente Mauricio Macri, buena parte de sus ministros, y desfilaron los candidatos de la oposición. Mientras tanto, cientos de productores, contratistas, ingenieros agrónomos, veterinarios y consultores, pasaron el día mirando otra película. Haciendo negocios, buscando desesperadamente el financiamiento necesario.

No es fácil, pero entre bancos y empresas, que quieren y necesitan vender, le encontraron la vuelta. Quieren riego, quieren la cosechadora nueva, el tractor, la sembradora, la pulverizadora. Son muchas las necesidades y las oportunidades, porque todos saben que esto vale la pena.

Y que quizá estemos más cerca de que la política, que se cocina en las ciudades, entienda un poco mejor cómo funciona el campo. Expoagro enseña eso.