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“El pastoreo ha muerto”
Hace tiempo que venía rumiando la idea de generar un gran debate sobre el futuro de los sistemas ganaderos en general, y en particular el modelo predominante en la producción de leche. No se me ocurrió mejor idea que retomar un título de tapa de Diná ...
 

 
Clarín 25-01-2019 - Héctor Huergo

Héctor Huergo
Hace tiempo que venía rumiando la idea de generar un gran debate sobre el futuro de los sistemas ganaderos en general, y en particular el modelo predominante en la producción de leche. No se me ocurrió mejor idea que retomar un título de tapa de Dinámica Rural, en 1982, que había desatado una gigantesca polvareda: “El pastoreo ha muerto”. La sentencia no era mía, sino del responsable de un tambo (La Montonera, en Carmen de Areco) que había optado por encerrar sus vacas en corrales pavimentados y llevarles la comida a la boca.

De la mano del ingeniero Victorio Orsi, presidente de la principal compañía eléctrico argentina (SADE, del grupo Perez Companc), La Montonera fue el primer tambo que se animó a salir del modelo tradicional, basado en el pastoreo de praderas permanentes. Fue un salto epistemológico.
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Le saltaron a la yugular, como si se tratase de un atentado contra un credo fundamentalista. Todos nos habíamos formado bajo la seducción de McMeekan y su “De pasto a leche”, galvanizado en las incomparables praderas neocelandesas.

Pero lo de Orsi tenía sentido: ya estaba llegando una nueva tecnología agrícola, con los trihíbridos de maíz y la soja en sus pininos. También el riego complementario. Zanello, desde Las Varillas, había lanzado un tractor articulado de “gran” potencia (160 HP), muy económico y eficiente, que se rompía con bastante frecuencia y se arreglaba también bastante fácilmente.

La tecnología que llegaba y Zanello habilitaron a que cientos de contratistas vieran la oportunidad de salir a buscar campo. Recuerdo que el gran Luis Marcenaro, conductor de un extraordinario grupo de profesionales formado por Mastellone, me decía por entonces que el principal enemigo del tambo era el vecino que venía a tentar al tambero con alquilarle la pradera para soja o maíz. Primero la del fondo, pero le iba comiendo lote tras lote hasta rodearle el tambo. El arrendamiento le dejaba tanta plata como el cheque de la leche. Era una verdadera amenaza, había que hacer algo.
Un robot de ordeñe en plena operación, tal como se mostró en Chile en el Primer Congreso Latinoamericano de Ordeñe Robótico.

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Llegó el silo de maíz. Muy cuestionado al principio, como cualquier ruptura paradigmática. “Es caro”, decían a coro. “El pasto es lo más barato”, repiqueteaban. Sin duda que en términos de inversión por hectárea, el pasto era lo más barato. Siempre va a ser lo que requiere firmar menos cheques. Pero entró a jugar un costo oculto: el “costo de oportunidad”que generaba la nueva agricultura. ¿Se podría competir contra ella desde un sistema pastoril (pradera + pastoreo) que no recibía el mismo influjo de tecnología? Conviene recordar que la alfalfa, la reina de las forrajeras, había entrado en crisis en 1969, con la irrupción del pulgón, el tiro de gracia en un largo proceso de languidecimiento.

Hubo intentos muy interesantes en materia de forrajeras. Llegó el raigrás Tama, el trébol rojo Quiñequeli, las alfalfas WL. Las habían traído de Chile tamberos de super punta como Alberto Hardoy y sus sobrinos Alberto y Pedro Freixas. Fueron los primeros que metieron el silo de maíz en tambos convencionales, no ya para sustituir totalmente al pastoreo, sino para independizarse de la estacionalidad y los problemas climáticos que generaba el modelo exclusivamente a pasto y pastoreo.

Así, entre el modelo “extremo” de La Montonera, y el pastoril a rajacincha, apareció una combinación de pasto + silaje + concentrado. Y sumando fardos de alfalfa de alta calidad, muy difíciles de lograr en el corazón de la zona agrícola. Hardoy, que hacía muy bien sus cuentas, se daba cuenta que producía cada vez más a base de maíz (silo y grano) y cada vez menos pasto.
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Esto ocurría en los 80. Imaginemos lo que iba a suceder cuando llegaran las nuevas herramientas de la agricultura: los maíces dentados, los trigos franceses, la soja RR. Frente a ello, el sistema pastoril respondía con el raigrás fertilizado y un lento resurgir de la alfalfa. Muy difícil pelearle a la agricultura. Por eso muchos empezaron a encerrar las vacas. Sumemos los híbridos simples de maíz, con todo lo que fue entregando la biotecnología. Sin barrenador, se hicieron viables los de segunda. Las sojas de 50 o 60 quintales.

Y ahora llegó el fenómeno del cambio climático. Es imposible hacer un cálculo de lo que impactó en la Argentina en términos de pérdidas de leche. Laimagen ominosa, tan repetida en las redes sociales, de vacas peludeando o echadas en el barro, yendo del tambo al lote ida y vuelta dos veces por día, cuando más grande el rodeo, más lejos. “Tomándose” la leche que tendría que ir al tanque. Comiendo donde bostean, a la intemperie, heladas, calor, lluvias. El “confort” de la vaca en pastoreo. Los mejores, en 25 litros por vaca y por día El choque era inevitable. Una cosa es el campo, que produce el alimento, y otra la vaca, que lo transforma. Llegó el freestall: estabulación libre, con boxes individuales adentro de galpones dotados de control ambiental y camas confortables. La vaca come más y convierte mejor si la comida está balanceada, siempre igual, vive a 24 grados C en un ambiente controlado. Y no consume su propia leche en ir a ordeñarse. Consecuencia: 40 litros en lugar de 25 con la misma genética.

Hay razones económicas y financieras que explican la complejidad de un cambio. “No es pa’ todos la bota’ e potro” dicen por ahí. Es probable. Pero hay una clara tendencia. Los nuevos tambos que se proyectan se basan en el nuevo paradigma. Esto no significa que desaparezca “el pasto”. Tendremos cada vez más y mejores variedades forrajeras, empezando por la alfalfa que en los EEUU sigue reinando. Es cierto, el pastoreo no ha muerto. Pero vamos a pastorear cada vez menos. Tendemos a cero, para bien de la vaca. Recordemos que el hombre se hizo hombre cuando salió de la selva y encontró unas cuevas en Altamira.
 

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