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“La crisis no es de las empresas sino del trabajador”
Julio López y José Luis Lemos son fileteros y amigos desde hace más de 15 años. De una época que no existe más. De cuando caminaban con las botas blancas por cualquier esquina del puerto y desde algún frigorífico los llamaban para cortar pescado.
 

 
Revista Puerto 04-10-2018 - Roberto Garrone Julio López y José Luis Lemos son fileteros y amigos desde hace más de 15 años. De una época que no existe más. De cuando caminaban con las botas blancas por cualquier esquina del puerto y desde algún frigorífico los llamaban para cortar pescado.

Julio nació hace 42 años en Morteros, “la mejor ciudad de Tucumán”, aclara sin estridencias. “Joselo”, en Paraná, Entre Ríos, y es la antítesis de su amigo. Locuaz, histriónico, lleva puesta una boina blanca como marca de identidad que no se sacará en toda la charla.

Estamos en la casa de Mario Pacheco, peón de Solimeno e integrante de la ONG “Por Amor a los Niños”. Junto a un grupo de compañeros dona su tiempo y promueve acciones solidarias para mejorar la atención en la Fundación. Esta historia la reflejaremos en los próximos días.

López y Lemos trabajan en la Pyme Bahía Grande del Grupo Solimeno. La empresa agrupó también a fileteros de MDQ Irala y son 56 trabajadores que ocupan, con una irregularidad indeseada, las 80 mesas de corte que tiene el establecimiento.

“Nos conocimos cuando éramos suplentes de los fileteros que trabajaban en la cooperativa Lobo de Mar; ellos cortaban pescado para Solimeno”, cuenta Julio y explica lo de la suplencia de manera parsimoniosa.

“La empresa llamaba a trabajar a las 6 de la mañana. Pero desde las 4 ya estaba el pescado acomodado, lavado y clasificado para cortar. Nosotros íbamos a las 4 y cortábamos hasta las 6 que llegaba el titular de la mesa y nos teníamos que ir”.

“A veces nos quedábamos porque nos avisaban que uno había faltado y podíamos cortar hasta las 2 de la tarde. Otras, alguno tenía que irse a las 11 por un trámite y volvíamos a casa a las 6, tomábamos unos mates y regresábamos a esa hora para completar unos kilos. Había mucho pescado, era otro puerto, otros salarios… la gente no preguntaba cuánto costaban las cosas, las compraba directamente”, recuerda Joselo.

Con el tiempo, del banco de suplentes saltaron a una mesa titular y más tarde Solimeno los puso efectivos bajo el convenio PyME. “No hay diferencias entre uno y otro convenio cuando el ritmo de trabajo es regular, cuando trabajás todos los días de la quincena. El problema es cuando falta pescado. Desde que explotó lo del langostino cayó mucho, ya no te llaman todos los días y tampoco las 8 horas. Los primeros meses del año fueron catastróficos”, reconoce Julio.

Solimeno opera con los barcos Virgen María y Ur Ertza a merluza. A principios de año tuvieron problemas que los mantuvieron en simultáneo fuera de la zona de pesca. La empresa compraba pescado en muelle para mantener los cuchillos afilados pero no con la periodicidad que necesitaban los fileteros.

“Las crisis no son de las empresas sino de los trabajadores”, dice Joselo para explicar que la merma en la actividad del pescado fresco a partir de la migración de buques al langostino impacta en los eslabones más débiles de la cadena.

En lo que va del año han tenido una quincena donde no fueron convocados nunca y dos quincenas en las que el trabajo fue óptimo, con 13 días “largos” como dicen ellos, por las 8 horas.

“Una buena quincena son 10 días de 8 horas”, confiesa Julio, que en ese lapso puede cortar unos 280/300 kilos por día y llevarse un buen sueldo a su casa. “No quiero decirte cuánto gano en esas condiciones porque creo que es una ofensa para otros compañeros que la están pasando muy mal en otras plantas o directamente ya no trabajan en el pescado”, pide López.

Al rato Joselo dice la cifra sin querer, pero preferimos respetar la decisión del trabajador. El entrerriano se lamentaba que uno de esos días de la buena quincena había faltado y había perdido un montón de plata.

Conocen a varios compañeros que se han reconvertido a la fuerza por la falta de merluza en pintores, jardineros o choferes de remises ilegales ante la discontinuidad laboral que genera un modelo que prioriza la captura del pescado en barcos congeladores, como lo muestran las estadísticas de 2016 y 2017.

Ambos son conscientes del valor y la tranquilidad que representa trabajar en Solimeno, en relación al resto de sus compañeros. “El otro día con las elecciones del gremio tuve la oportunidad de hablar con otros compañeros y me contaban las miserias que atraviesan”, agrega el oriundo de Tucumán.

“Ojalá hubiera un poquito más de trabajo, para que llegue a las plantitas que cerraron, nuestros compañeros estarían un poco mejor. Los valores que tenemos hoy son buenos; hemos logrado que la empresa pague retroactivo del excedente. Con las paritarias que se han podido cerrar conforman un buen precio, las horas de los peones y envasadoras también, pero tiene que mejorar el trabajo. Eso hace que el salario mejore”, aporta Joselo.

La experiencia del langostino no resultó buena entre los fileteros de Solimeno. “Realizamos una prueba piloto y descabezamos varios cajones pero no nos pusimos de acuerdo con el precio”, recuerda López. Desde ese momento “Tony” vendió el resto de la carga que trajo uno de sus tangoneros y solo aportó merluza y descongeló calamar cuando cayó un poco el trabajo.

“Creo que nosotros fuimos responsables también… algunos compañeros se pensaron que era oro en polvo y salieron pidiendo cualquier cosa por el langostino,”, se ríe el entrerriano con ocurrencia, pero lamentando no haber podido trabajar el marisco.

El café terminó pero siguen recordando las épocas de bonanza, de la vitalidad que tenían las calles del puerto cuando sobraba pescado, del sacrificio que representa el trabajo, de las peñas largas de domingo que se prolongaban hasta la mesa de corte en la madrugada del lunes.

“Si hoy me dicen de volver a tener ese ritmo de trabajo creo que no estoy en condiciones… es muy duro”, dice López. Lo contradice Joselo, con una energía que desborda en la mirada y cuenta la infidencia final. “Solimeno dejó de hacer mercado interno y los días previos a Semana Santa trabajamos poco. Yo aprovecho y me voy a alguna plantita a hacer la changa”.
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