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La Nación 21-09-2018 - Mariana Reinke Cuando los inmigrantes llegaron a la zona sur de la provincia de Santa Fe, más específicamente al "taco de la bota", lo hicieron atraídos por la riqueza de su suelo y un futuro próspero que les permitiera crecer. Fue así que cuando llegó el ferrocarril, un pequeño poblado tomó el nombre de su estación: Pavón Arriba.
Pavón Arriba es un pueblo de menos de 2000 habitantes. Entre ellos está Gerardo Sassi que, con 27 años vive ahí con su padre y su hermano menor. Los tres conservan el oficio de contratista que se los transmitió su abuelo italiano Pedro.
Su historia junto a las máquinas comenzó cuando concluyó sus estudios en la escuela primaria. Con 13 años, se subió por primera vez a un tractor y nunca más se bajó del oficio. "Ser contratista es parte de mi vida, forma parte de la cultura de mi familia", afirmó en diálogo con LA NACION.
En la empresa familiar se dividen las tareas y se turnan con su hermano para subir a la cosechadora. Mientras dura el trabajo en los campos, la casilla se convierte en el hogar familiar.
Están donde hay trabajo. De Pavón Arriba van a Bandera (Santiago del Estero) y después bajan en el mapa para terminar en Gonzales Chaves, en la provincia de Buenos Aires, cosechando desde soja a maíz.
Hoy Sassi está preocupado por la situación crítica que atraviesa la actividad debido a la suba de costos, dificultades para cobrar lo que deberían hacer por su servicio y la falta de herramientas financieras para la actividad, entre otros problemas. "Tuvimos que vender una cosechadora y quedarnos solo con una", se lamentó el contratista.
La devaluación terminó de complicar las cosas. "El problema es que aumentaron los insumos y repuestos y por los servicios de cosecha pagan lo mismo que el año pasado. Además, para los que tenemos que alquilar un carretón para trasladar los equipos los valores se fueron a las nubes", se quejó.
En este contexto, para Sassi hoy lo importante es "la unión de todos (los contratistas) porque el sector debe aunar fuerzas para salir adelante".
"Solo unidos se puede sobrellevar esta crisis, si no muchos van a quedar en el camino", señaló. En los últimos años, los Sassi empezaron a buscar alternativas para diversificar su economía, con un promisorio criadero de cerdos con diez madres y la siembra de arvejas y lentejas en el pequeño campo familiar.
Es tiempo de espera y de puesta en órbita de las máquinas para la próxima campaña. Sentado en un banco en su galpón, reflexionó: "Queremos ser optimistas para la nueva campaña".
Por: Mariana Reinke |
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