Revista Puerto 20-09-2018 - Roberto Garrone Si visto a la distancia, el casco flamante del Víctor Angelescu sobresale con nitidez de la postal portuaria en la Base Naval de Mar del Plata donde está amarrado y a salvo de cualquier intento de Pablo Trueba por convertirlo en escenario de alguna protesta sindical, caminar por su interior es un recorrido que genera sorpresa cuando no perplejidad por la calidad de construcción y la tecnología con la que está equipado para evaluar recursos pesqueros.

Aprovechando que el buque está inactivo por tareas de mantenimiento, el INIDEP programó una serie de visitas para que lo conozcan los propios investigadores del Instituto y medios de comunicación.

El buque llegó hace casi un año al país aunque todavía no tiene la matrícula definitiva, por demoras burocráticas que impiden que ingrese como barco científico con menor carga tributaria de importación.

La bienvenida la dan Martín Erlich, quien junto a Gustavo Álvarez Colombo y Ariel Cabreira, de Hidroacústica, oficiaron de guías por los distintos sectores del buque, en una pequeña sala de estar dominada por un retrato de Víctor Angelescu.

Junto a detalles de terminación de obra inmaculados, lo que primero sorprende al visitante es el silencio, impropio de un barco. Los motores eléctricos alimentados por tres generadores japoneses son los responsables de la ausencia de ruidos.

La característica principal del puente es que tiene una visión de 360 grados que permite a los oficiales observar todas las maniobras que se realizan en cubierta. El timón quedó para las viejas películas. El comando es una pequeña palanquita, como un joystick salido de un videojuego.

El puente es tan amplio que hay espacio para que el capitán del buque y un oficial de Prefectura compartan la navegación con el Jefe Científico. El buque está equipado con una matrix que unifica información en todo el sistema informático. Todos los datos están disponibles en todas las computadoras, lo que permite a los científicos y a la tripulación tener los datos en tiempo real de las necesidades de campaña, condiciones meteorológicas y situación del barco.

El Angelescu tiene una capacidad para 17 científicos y es tripulado por 14 personas, de Prefectura más alguno del propio INIDEP. En realidad el proyecto original era reemplazar al Cánepa y hacer un barco de 32 metros. El propio Erlich reconoció, ya en el final de la visita, que desde Armón les sugirieron ampliar el buque para adaptarse a la agenda en las gradas de Vigo. Así surgió este buque de 52 metros y casi 13 de manga.

Los científicos interactuaron con los ingenieros del astillero para sumarle al buque algunas características especiales, el “traje a medida” al que aluden los investigadores durante la recorrida.

El buque oceanográfico esta equipado con sonares y sondas especiales que permiten un área de barrido de casi 500 metros, traducir en imágenes el registro sonoro en el fondo del mar y reproducir variables ambientales que se almacenan en una batería de discos rígidos y se reflejan en una sala de cómputos con pantallas planas de más de 24 pulgadas.

El “chiche” del Angelescu es la quilla retráctil. Con un peso de 6 toneladas, se desprende del casco hasta 2,5 metros de profundidad, lo que permite la continuidad del trabajo científico a pesar de malas condiciones climáticas en superficie.

La sala de trabajo donde se recibe el pescado es cómoda y hay un laboratorio termorregulado que es otro de los pedidos especiales que los investigadores le hicieron al astillero. Ese ámbito permite mantener muestras a la misma temperatura y condiciones del mar al momento de ser extraídas.

La cubierta asoma como el único punto flojo del buque. Es 10 metros más corta que la del Holmberg y se nota. Los científicos dicen que es chica y no pueden hacer un trabajo de selección.

“No se puede tener una visión general del lance”, confió uno de los guías, en tanto contó que en una de las pruebas, un lance llegó con 5 toneladas de merluza y se complicó la clasificación en la planta. “Tenemos que ajustar algunos detalles porque así no podremos hacer más de cinco, seis lances por día”, confesó.

La combi que nos lleva a la salida pasa delante de los tres cascos que acumulan óxido sobre el muelle de abrigo de la Escollera Norte. El Cánepa todavía flota. Su reemplazo llegará en el segundo envío de Armón, al que ahora sí le resulta cómodo construir un barco de 36 metros.
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